Jesús le dijo: De cierto te digo que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces. Pedro le dijo: Aunque tenga que morir contigo, no te negaré. Y todos los discípulos dijeron lo mismo. Mateo 26.34–35
Qué lindo es ver a una persona que tiene entusiasmo por lo que cree, que comparte con pasión sus convicciones y ministerio. No podemos evitar ser movidos por el fervor de sus palabras, contagiados por lo infeccioso de sus actitudes. Nos hace bien estar alrededor de esta clase de personas.
¡Pedro era un hombre que llevaba la vida con pasión! Fue él quien se atrevió a caminar sobre el agua. No se dio cuenta de lo que estaba haciendo hasta que vio las olas a su alrededor. Él fue el que con entusiasmo sugirió hacer unas enramadas en el monte de la Transfiguración, aunque la Palabra nos dice que no sabía lo que decía (Mc 9.6). Ante las preguntas del Maestro a los discípulos, era Pedro el que siempre tenía la primera respuesta.
El entusiasmo es una cualidad importante en un líder. ¿Cómo vamos a motivar a nuestra gente si nuestras palabras y comportamientos comunican poca convicción o, peor aún, indiferencia? Sin duda la pasión juega un rol fundamental en el impacto que tenemos sobre la vida de otros. Pero debemos saber esto: nuestro entusiasmo puede ser también peligroso. En ocasiones nuestra pasión puede ser tan intensa que ni el Señor puede disuadirnos de lo que queremos hacer. ¡Pedro amaba tanto al Señor! Deseaba con desesperación demostrar la profundidad de su compromiso. Con fervor proclamó que jamás le daría la espalda, aunque todos lo hicieran. Cristo intentó dos veces hablar la verdad a su corazón, pero su pasión era tan intensa que ya no estaba abierto a recibir advertencias de nadie, ni siquiera del propio Hijo de Dios.
Condimente con mucho entusiasmo todo lo que hace como líder. ¡Celebre que usted es parte de una obra que ha nacido en el corazón mismo de Dios! Pero no olvide que su pasión no siempre es producto de la obra del Espíritu. Existen pasiones que son de la carne, y pueden conducirnos hacia el desastre. En Romanos, Pablo habla con tristeza acerca de los israelitas, diciendo: «yo soy testigo de que tienen celo de Dios, pero no conforme al verdadero conocimiento» (10.2). ¿Quién podía mejor que él testificar de esto? En su juventud había perseguido con fanatismo a la iglesia por «amor» al nombre de Dios.
Qué importante es la pasión. Qué cuidado debemos tener con ella. No sea una persona insulsa. Haga que la pasión sea una de las marcas que lo caracterizan como líder. Pero no confíe a ciegas en el camino por el cual lo quiere conducir su pasión. Podría acabar haciendo aquello que jamás se hubiera imaginado: negar al Señor.
Para pensar:
¿Es usted una persona de pasión? ¿De que maneras se manifiesta esta pasión? ¿Qué elementos puede incorporar a su ministerio para asegurar que su pasión no lo lleve por un camino equivocado?
Por Christopher Shaw