A VECES, LAS VERDADES BÍBLICAS
QUE MÁS NOS CUESTA ACEPTAR
SON PRECISAMENTE
LAS QUE SE REFIEREN
A NOSOTROS.
Dios, tú creaste mis entrañas; me formaste en el vientre de mi madre. ¡Te alabo porque soy una creación admirable! ¡Tus obras son maravillosas, y esto lo sé muy bien! (Sal. 139:13-14).
Padre, sé que mi cuerpo no es desagradable; simplemente, he abusado de él. Por favor, santifícalo y sé mi dueño.
Señor, sé que mi cuerpo es templo del Espíritu Santo que habita en mí, y que tú me has dado. No me pertenezco, fui comprado por un precio. Por tanto, deseo honrarte con mi cuerpo (1 Cor. 6:19-20).
(por Beth Moore)