ALCANZAMOS LA VICTORIA
CUANDO RENDIMOS NUESTRA VIDA A DIOS,
NO CUANDO APRETAMOS LOS DIENTES
Y NOS ESFORZAMOS MÁS
Señor y Dios, el enemigo alardeó: «Iré tras ellos y les daré alcance […] Repartiré sus despojos hasta quedar hastiado. ¡De,er., v-ainare la espada y los destruiré con mi propia mano!»
¡Pero tú puedes soplar con tu aliento y hacer que el mar se trague a mi enemigo! Señor. ¡tú puedes hundirlo como plomo en las aguas turbulentas! (Ex. 15:9-10).
Señor, tu fuerza no ha disminuido desde aquellos días en los que revelaste tu poder y gloria mientras peleabas por Israel. Yo también soy tu hijo. ¡Pelea por mí, Dios! ¡Somete al que procura someterme!
(por Beth Moore)