DIOS CONOCE ÍNTIMAMENTE
EL DOLOR Y EL SUFRIMIENTO.
TAMBIÉN SABE CÓMO CURARLOS
YA QUE ÉL ES QUIEN SATISFACE
NUESTRAS NECESIDADES.
Señor, no quiero ser como los que iban por el camino hacia Emaús y mantuvieron cabizbajos cuando les preguntaste: «¿,Qué vienen discutiendo por el camino?» Ellos contestaron: «Nosotros abrigábamos la esperanza de que era él quien redimiría a Israel» (Luc. 24:17,21).
No entendían que la cruz debía venir antes que el reino. ¡Que tontos eran! Precisamente, la muerte que los había llevado a la desesperación, representaba la esperanza más grande de todos los tiempos.
Señor y Dios, te pido perdón por cada vez que te he culpado de mi desesperación. Tú eres el Dios de la esperanza. Tú eres la Esperanza Bendita.
(por Beth Moore)