SOUTHEAST ASIA (BP) — La mayoría de los instrumentos necesitan músicos que los toquen. Pero otros, como lo descubrieron dos trabajadores cristianos, no necesitan a seres humanos.
David and Regan York* se mudaron hace nueve años junto con sus dos hijos a una ciudad rica culturalmente en el sureste de Asia. La ciudad parece una obra de arte con edificios adornados con murales y pinturas grafiti, pero los residentes valoran especialmente las melodías complejas de su música tradicional.
York, quien tiene estudios superiores en música, pensaba usar sus conocimientos para crear oportunidades para compartir el evangelio. Pero cuando los York compraron varios instrumentos — teteras de bronce, gongos, y tablas hermosamente talladas de madera—experimentaron personalmente el mundo espiritual conectado a la expresión artística de la cultura.
Sin pasar mucho tiempo después de mudarse a su casa en Asia, la pareja puso en la sala los instrumentos que había comprado. Entonces, una noche después de que la familia se había ido a dormir, uno de los instrumentos empezó a tocarse por sí mismo.
«Pensamos…quizá todavía estaba medio dormido, quizá un millón de cosas,» dijo Regan. «Quizá es otro instrumento que alguien más tiene en nuestro vecindario. Quizá no es el de nosotros.»
David and Regan no se dijeron nada acerca de la música ya que cada uno pensaba que el otro no la había escuchado. Pero la misma canción se escuchaba noche tras noche. David se salió de la cama, revisó la casa y aseguró las puertas. Nadie había entrado pero podía ver las tablas de bronce todavía vibrando por la música.
Después de varias semanas de preocupación, los York finalmente se admitieron que habían estado escuchando la canción. También admitieron que la guerra espiritual era la única cosa que puede hacer que un instrumento se toque por sí mismo. Cuando los artesanos hacen sus instrumentos, como pronto descubrió la pareja, los hombres oran y ayunan por su trabajo y piden que espíritus habiten y mejoren el sonido de los instrumentos.
La familia mantuvo la calma al inicio, pero cuando Regan se dio cuenta que Esther*, su hija mayor, también podía oír la canción, empezó a temer por su familia.
«Recuerdo orar y decirle a Dios que estaba muerta de miedo,» dijo Regan. «No sé qué está pasando y no sé cómo pararlo…estamos solos donde vivimos y tengo hijos. No quiero que esas cosas asusten a mis hijos.»
A pesar de que David trató de confortar a su esposa, él simplemente se sentía abatido. Instrumentos de bronce que se tocan por sí mismos no encajaban en su cosmovisión.
«Mi teología no tenía lugar para todo esto,» dijo. «Básicamente pensaba que era imposible que las fuerzas demoniacas habitaran objetos inanimados o quizá nunca pensé que era posible que dominaran o influenciaran personas a través de objetos como estos. Pero una vez que llegamos al campo misionero, nos dimos cuenta que esto es una realidad.»
Enfrentados con la guerra espiritual en su propia sala, los York no tuvieron otro recurso más que orar. La pareja se arrodilló delante del Señor y le dedicaron sus instrumentos a Dios.
«Son tuyos,» oraron. «Haz lo que tengas que hacer para defender lo que es tuyo. Si realmente te pertenecen, entonces confiamos que los limpiarás. Y todo lo que usemos será para tu gloria. Esto no es de nosotros. Es tuyo.»
Después de orar, los instrumentos nunca volvieron a tocarse por sí mismos.
David y Regan creyeron que habían dado un gran paso adelante. Esperaban usar la historia para mostrar el poder de Dios sobre el mundo espiritual y para guiar a la personas a la libertad y seguridad en Cristo.
Sin embargo, los amigos locales de la pareja y sus vecinos no pensaron que esta historia era muy convincente. En un mundo en donde los espíritus siempre compiten por poder, pensaban que Dios simplemente había conquistado a un demonio, pero los resultados podían cambiar en otras batalla.
De hecho, algunas personas se enojaron pensando que la pareja había descuidado sus posesiones al sacar a un espíritu que supuestamente bendecía la música. Unos días después del exorcismo, la persona que le ayuda a Regan en las labores de la casa la confrontó.
«Tus instrumentos ya no sirven,» le dijo la mujer. «No tienen nada especial. Solían tocarse solos antes, pero ahora no lo hacen. ¿Qué les hiciste?»
Regan le explicó que ella y su esposo no tenían los instrumentos hechos para un espíritu que no conocían. Ellos dedicaron sus instrumentos al Dios que adoraban para que ningún otro ser espiritual los poseyera.
La ayudante no la escuchó y seguía pensando que los York habían tontamente arruinado un tesoro. La pareja se encontraba con una historia única sobre el poder de Dios que no podía convencer a nadie de seguir a Cristo. Entonces David se dio cuenta de que no necesitaban una nueva historia de las obras maravillosas de Dios. Ni las historias de espíritus ni la obra divina a través de la música tradicional podían remplazar el testimonio de la muerte de Cristo.
«El testimonio más poderoso y efectivo no es a través de esta magnífica y creativa estrategia en donde usamos música tradicional, en donde tenemos encuentros poderosos, en donde tenemos estrategias de oración,» dijo David. «…Esas cosas tienen su lugar—pero el testimonio más efectivo es simplemente cuando alguien está dispuesto a sentarse cara a cara con una persona perdida para explicarle el amor de Dios expresado a través de Jesucristo.»
Mientras que David reacomodó sus ideas sobre el ministerio, Regan le agradeció a Dios con alivio. El Señor había salvado a su familia durante una de sus situaciones más difíciles. A pesar de que temía por sus hijos, Dios los protegió. Regan dice que siempre recordará este encuentro espiritual como un ejemplo de su fortaleza y amor.
Desde que los instrumentos dejaron de tocarse por sí mismos, los York han tenido otros encuentros con el mundo espiritual, pero la familia se fortalece con cada encuentro. Saben que Dios tiene poder sobre los demonios y que nunca les ha dejado de proteger. Cuando se encuentran con guerra espiritual, solamente necesitan pedir y el Señor les librara de cualquier espíritu que los atemorice.
«La experiencia nos hace tener más seguridad, no porque tenemos todo bajo control o porque sabemos qué fórmula utilizar en caso de que algo suceda,» dijo Regan, «pero nos hace sentir que tenemos un Dios quien es realmente más poderoso que los espíritus y no tenemos porqué tener miedo.»
*Los nombres han sido cambiados. Shiloh Lane sirvió por dos años con la Junta de Misiones Mundiales en el surest de Asia. Para más historias sobre este ministerio y otras historias de Asia, visite http://www.asiastories.com.