KARNATAKA, India (BP)–Imagínese que vive en una sociedad en la cual se es juzgado por la estación en la vida, determinado por su nacimiento, en vez de por su valor personal o sus logros. Como miembro del último peldaño de la sociedad, difícilmente puede llevar comida a la mesa para su esposa y sus dos hijas.
Cuando su esposa se enferma después de dar a luz a la tercera hija, en vez del hijo que usted esperaba, habrá una carga financiera insostenible; usted tiene solo una elección: Debe dedicar a su hija a la diosa como una devadasi, una prostituta sagrada.
Al dedicar a su bebé le está dando una profesión y una forma de obtener comida para su familia. Quizá ahora la diosa le mostrará favor a su familia reservando la vida de su esposa y llenándole el vientre con el tan ansiado hijo varón. El sacrificio de su hija es pequeño comparado con el destino devastador de inanición de toda su familia.
En la India, el sistema devadasi, una práctica hindú de prostitución sagrada, ha existido más de 5.000 años, dice David Dass, director ejecutivo de la Liga del Evangelio de la India. En el estado de Karnataka, donde él y su familia viven, las familias hambrientas dedican cientos de niñas cada año a la diosa Yellamma. Las niñas son forzadas a comenzar una vida de prostitución a la edad de 11 o 12 años.
«Desde el principio, son explotadas como bebés,» dice Annette Romick, una colaboradora humanitaria en la India. «Luego, cuando alcanzan la madurez, sus cuerpos son explotados por los hombres. Aun cuando los hombres ya no desean sus cuerpos, siguen siendo explotadas y abusadas debido al estigma que llevan. Nunca pueden escapar de eso. Es una trampa en la que están atascadas; es un infierno viviente el que experimentan.»
La palabra devadasi literalmente se traduce como siervas de «dios.» Los padres generalmente escogen dedicar a sus hijas en su infancia a la diosa Yellamma, con la esperanza de ganar el favor de la diosa o de facilitar la carga financiera.
Una vez dedicada, se considera que la niña está casada con la diosa y nunca se le permite que se case con un hombre. Cuando la chica alcanza la madurez física, es forzada a iniciar su vida como prostituta.
«Desde 1982, el sistema devadasi ha sido prohibido por el gobierno de la India y de Karnataka,» dice Joseph Paul, un pastor cristiano que ministra entre las devadasis. «Pero hay prácticas clandestinas — nadie sabe cómo practican y cómo dedican.»
Debido a que la práctica de las devadasis se ha vuelto clandestina, las mujeres trabajan mayormente desde sus casas, solamente visitan el templo para mendigar dinero a los adoradores. Muchas de las prostitutas son traficadas en los distritos de luz roja de Mumbai, Pune, Bangalore y las grandes ciudades.
«Nuestros padres nos dieron el nacimiento y nos tiraron a la calle. Los hombres llegan y nos usan, terminan su trabajo y se van,» dice Sugandha, una ex devadasi que recibe ayuda de una organización no gubernamental.
En la religión hindú, las devadasis tienen esperanza de una mejor vida solamente a través de la reencarnación. Pocas devadasis han oído alguna vez el nombre de Jesucristo quien ofrece esperanza para esta vida y para la eternidad.
«Su vida ha sido arruinada, y se sienten como basura que ha sido usada una y otra vez y solamente descartada,» dice Romick. «Ellas necesitan conocer el amor de Cristo y la única manera en la que van a tener esto es si vamos y se lo decimos.»
Las devadasis provienen mayormente de familias pobres de la clase intocable, el peldaño más bajo de la sociedad hindú. Ellas son usadas y explotadas por los hombres. Algunas veces reciben compensación por sus servicios, otras veces no. Como población vulnerable, las devadasis son susceptibles al VIH, al SIDA y a otras enfermedades de transmisión sexual.
«No solamente son eludidas debido a su profesión, sino son eludidas por la sociedad debido a su estatus,» dice Romick. «Ellas son lo más bajo de lo bajo. Ni siquiera están en el sistema de castas — están fuera del sistema de castas.»
Diferentes organizaciones de necesidades humanas están trabajando para prevenir la continuación del sistema clandestino devadasi, pero la práctica todavía está ampliamente extendida en la India; los estimados van de decenas a cientos de miles de devadasis en el país.
Una devadasi que descubre una relación con Cristo, dice Dass, se convierte en una poderosa testigo en su comunidad: una testigo en contra de la práctica que la esclavizó y del Salvador que la liberó. «Es como la mujer en el pozo,» explica Dass. «Jesús le hizo preguntas y finalmente ella se dio cuenta, ‘¡Eh! Aquí está la persona que sé que es el Mesías.’ Luego ella se fue, llamó a otras mujeres, las trajo y les dijo: ‘Aquí está la respuesta a nuestro problema.'»
La educación y el conocimiento son componentes esenciales para provocar el fin del sistema devadasi. Respecto a las mujeres, Dass dice: «Equípelas, capacítelas, instrúyalas, discipúlelas y regréselas [a sus comunidades] y usted verá lo que el Señor hace.»
Kate Taylor escribe para la Junta de Misiones Internacionales.