…La historia del profeta Jonás es una de las más conocidas por los cristianos, pues hasta los pequeños se les enseña en sus clases de la Escuela Dominical. Meditando en esta historia y viendo la actitud del profeta de Jehová, me identifiqué mucho con él. ¿Por qué? Leamos detenidamente Jonás 1:7-10…
Jonás estaba tratando de huir lo más lejos posible que le fuera de la “presencia de Jehová”, rehuyendo así el mandato de predicar en Nínive. Se embarca en una travesía y resultó ser presa de una tormenta divinamente ordenada (vv.4-5). La magnitud de este evento hizo a aquellos paganos comenzaran a clamar a la multitud de dioses representados en el barco, para dar solución al asunto (vv.5), mientras Jonás dormía profundamente en el barco. Por consentimiento de Dios esta gente descubrió que el culpable era Jonás, a quién pidieron que rindiera cuentas (v.8). De esta forma, se vio obligado a proclamar el mensaje de Jehová (v.9).
¿No le parece familiar esta historia? Supongo que sí. Muchas veces aunque no huimos como Jonás estamos entre personas que no aman a Dios y callamos el mensaje del evangelio por diversas razones que no es mi intensión mencionar. El punto es este: puede que en el lugar y el tiempo indicados tengamos una animada conversación con alguien, pero nada más que eso, de nuestra boca no sale las palabras que pueden cambiar la vida de una persona. Llega entonces el momento que la misma persona toca la conversación y no nos queda más remedio que identificarnos y decir: “Ah, sí mira yo también soy cristiano….”. ¿Por qué esperar a ese momento? ¿No será mejor que si entablamos una conversación como parte de la misma busquemos que entre el tema del evangelio? ¿No sería mejor eso que nos tengan que preguntar personalmente en qué creemos?
Amado hermano (a), como creyentes en Jesucristo tenemos el mensaje de la verdad, el mensaje que cambia las vidas radicalmente. Cuando aprendemos a tomar esta responsabilidad de compartir el evangelio con otros como parte de nuestro andar diario, se convierte en un hábito que hacemos de tal forma que sin forzar nada surge la oportunidad para compartir el mensaje de salvación…
Dios les bendiga, oremos en esta mañana para que no sea una lástima y nos veamos obligados…
(Pastor Isaac D. Zamora García)