26 Febrero
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En ningún otro hay salvación (sino en Jesucristo); porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.
Hechos 4:12
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Cristo ¿el único camino?
Cuando era estudiante, un día mi profesor de filosofía me formuló la siguiente pregunta: –Señor S., ¿francamente usted piensa que creer en Jesucristo es el único camino para ir a Dios? Me quedé perplejo; toda la clase me miraba. Procuré hallar una solución para evadir este problema. Si decía sí, mis compañeros me odiarían. Si decía no, era un mentiroso. Finalmente contesté con voz casi inaudible: –Sí, lo creo. El profesor me respondió furioso: –Es la declaración más estúpida, más arrogante y santurrona que jamás haya oído.
Cuando terminó la clase fui a ver al profesor. Le pregunté si él había considerado la posibilidad, hablando lógicamente, de que alguien pudiera creer que Jesús es el Hijo de Dios sin ser estúpido y santurrón. Reconoció que sí. Entonces le cité la afirmación de Jesús: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6):
–Vea profesor, proseguí diciendo, si yo creyera que Cristo es el único camino, porque decidí que así fuera, sería arrogancia. Pero creo que Jesús es el Hijo unigénito de Dios y por eso también creo que él es el único camino para llegar a Dios.
Mi profesor lo admitió y se disculpó. Para mí, lo más importante no es que se haya disculpado, sino que se haya dado cuenta de que creer en Jesucristo es un hecho humilde y honesto. ¿Ha dado usted ese paso?
27 Febrero
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No tomarás el nombre del Señor tu Dios en vano; porque no dará por inocente el Señor al que tomare su nombre en vano.
Éxodo 20:7
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El nombre tomado en vano
Una familia con tres chicos se hallaba en la estación del metro. Con algunas explicaciones ofrecí unos folletos al padre. Pero no quiso saber nada de Dios ni tener nada que ver con él. –Entonces usted es un ateo; supongo que educa a sus hijos para que sean ateos como usted, le dije. Su respuesta fue: –¡Gracias a Dios!
Me duele esta clase de «chiste». ¿Había elegido conscientemente la contradicción para desafiarme? Tal vez no sospechaba que no me tocaba tanto a mí sino al gran Dios en quien no quería creer. Cuando este hombre esté ante Su tribunal, también se le reprochará este insulto. “Yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio” (Mateo 12:36).¡Cuán fácilmente se pronuncia ese “gracias a Dios”, sin pensar lo más mínimo en serle agradecidos! ¡Cuántas veces se pronuncia el nombre de Dios con ligereza, o aun blasfemando! Dios advierte a su criatura ante el peligro de usar su nombre en vano.
De hecho, cada ser humano tiene motivos para agradecer a Dios. Los creyentes, además, pueden agradecerle por su don supremo: el Hijo de Dios hecho hombre, Jesucristo, quien vino como Salvador a esta tierra y fue el Cordero de Dios que dio su vida en la cruz y murió por el pecado del mundo. Quien lo acepta como su Salvador y Señor puede decir con todo el corazón: “¡Gracias a Dios por su don inefable!” (2 Corintios 9:15).
28 Febrero
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¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?
Lucas 24:26
El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza.
Apocalipsis 5:12
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El punto central de la eternidad
Cicerón, célebre orador político de la Roma antigua, declaró ante el Senado: «Atar a un ciudadano romano es un crimen, azotarle es una abominación, darle muerte no es sino un asesinato, crucificarle, ¿cómo hablar de ello? No existen palabras para describir un acto tan horrible».
Los romanos reservaban la crucifixión para los esclavos y los extranjeros culpables de homicidio, de robo a mano armada o de rebelión. La cruz era igualmente ignominiosa para los judíos que veían en la muerte de un crucificado la maldición divina (Deuteronomio 21:23).
Jesús sabía que debía morir en una cruz para llevar el castigo divino contra el pecado (Gálatas 3:13). Era el Cordero de Dios que llevó en la cruz el pecado del mundo. Su muerte constituye el punto central de la Historia y de la eternidad. Hacia ella convergía la esperanza de los creyentes del pasado; de ella salen todas las vías esperanzadoras del porvenir.
Sin la muerte de Jesús no habría ninguna esperanza de salvación para nosotros. El apóstol Pablo designa el Evangelio como “la palabra de la cruz” que es “poder de Dios” (1 Corintios 1:18). Jesús aceptó una muerte vergonzosa porque nos amaba, tanto a usted como a mí. ¿Le hemos dado las gracias?
Marzo 1
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Como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron…Cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia.
Romanos 5:12, 20
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El misterio del mal
La misma pregunta se repite siempre: ¿Cómo creer que Dios existe, cuando hay tanto mal y desorden en el mundo? Pero si se habla del mal es porque se admite la presencia del bien y se acepta la existencia de una ley moral que establece la diferencia entre el bien y el mal. Esta ley moral sobreentiende, pues, que alguien la instituyó, es decir, Dios mismo, la autoridad moral absoluta y el juez de todos. Así, sin Dios no hay ley moral. Sin ley moral no hay bien, y sin bien no hay mal.
Es cierto que la presencia del mal siempre ha atormentado a los hombres. Todas las tendencias filosóficas fracasan cuando quieren descubrir el porqué de su existencia. No relacionan el mal con su causa: el pecado, una afrenta contra Dios. Al contrario, quisieran hallar en el mal algo natural y normal. Pero no respetan la Escritura que a lo largo de sus páginas exalta la perfecta bondad de Dios y denuncia la nocividad del mal.
El mal sigue siendo un doloroso misterio. No somos llamados a explicar su origen, sino a admirar la solución definitiva: el triunfo de Jesucristo en la cruz, cuando despojó “a los principados y a las potestades… triunfando sobre ellos”, es decir, sobre los poderes del mal (Colosenses 2:15).“Todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas” (Hebreos 2:8), pero somos llamados a contemplar la victoria de la cruz y, más aún, a apropiárnosla.
Marzo 2
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Ya que… el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación.
1 Corintios 1:21
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Una feliz despedida
Un predicador del Evangelio debe hablar a la gente de la obra cumplida en la cruz, esto es evidente; y este mensaje es tan sencillo que el mundo lo considera una locura. Pero Dios eligió la cruz de Cristo como remedio para los daños ocasionados por el pecado.
Entre los oyentes de un conocido predicador se hallaba una familia: padre, madre y un hijo de trece años, quienes fueron a escuchar el Evangelio varias noches seguidas.
Más tarde la madre escribió al predicador y narró lo maravilloso que fue ver cómo su hijo había sido cautivado por el Evangelio. «Cuando nos dijo: –Papá, mamá, me convertí al Señor Jesús–, mi marido y yo pensábamos que no se podía hacer mucho caso a lo que dice un chico que cede fácilmente a una impresión pasajera. Pero pudimos notar su cambio progresivo».
Más tarde la madre volvió a escribir: «Medio año después de mi carta anterior nuestro hijo murió de cáncer». Para los padres fue muy conmovedor ver cuán feliz era su hijo en el momento de morir: –Voy a Jesús, ahora voy a vivir, les dijo con toda certeza. Él me rescató y me recibió.
El brillo de la eternidad se reflejó en el rostro de ese chico que había sido tocado por el Evangelio durante una predicación.¿No es impresionante ver cómo obra Dios? La sabiduría humana no entiende que un chico cualquiera sea atraído por Dios, que pueda creer, saber que es salvo y morir en paz.
Marzo 3
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No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree.No hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús.
Romanos 1:16; 3:22-24
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Lo que el cristianismo puede hacer (1)
Un etnólogo hacía una encuesta en una tribu de Nueva Guinea. Pensaba hallar creencias fetichistas, pero se extrañó mucho al encontrar gente que afirmaba ser cristiana. A sus ojos el cristianismo era una superstición como cualquier otra religión. Con aire algo irónico le preguntó al jefe de la tribu qué ventajas les procuraba un culto tan diferente del de sus antepasados. El jefe captó la ironía de su interlocutor y replicó de la misma manera:
–No se preocupe por nosotros; nunca hemos lamentado el haber llegado a ser cristianos; además usted tampoco lo lamentará:
–¡Ah! ¿Y por qué?–Mire bien este árbol… Si usted hubiese venido hace veinte años, no habría salido vivo de la aldea. Lo habríamos matado y comido al pie de este árbol «sagrado». ¿No le parece que le conviene encontrar cristianos aquí?
Confundido, el etnólogo permaneció callado. Contrariamente a lo que muchos piensan, el Evangelio no es una religión como las otras; es poder de Dios, el único capaz de transformar la naturaleza humana, aun al ser más malo, por medio de la fe en Jesucristo. Esta fe da la oportunidad de obedecer la exhortación del Señor: “Os es necesario nacer de nuevo” (Juan 3:7).
Marzo 4
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Todas nuestras justicias (son) como trapo de inmundicia.
Isaías 64:6
Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.
Efesios 2:8-9
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Lo que una religión no puede hacer (2)
Nos hallamos en Benín (África). A la entrada de la aldea, un pequeño techo de paja abriga un ídolo de arcilla seca. Delante de ella el brujo colocó un plato para recoger las ofrendas.
Aunque usted no adore a los ídolos, recuerde que ningún formalismo religioso, por más evolucionado que parezca, tiene más valor a los ojos de Dios que el culto a un ídolo.
Se ha dicho que el hombre es un animal religioso. Los seres humanos han adorado a los astros, la tierra, el fuego; se han postrado ante ídolos de madera, piedra o metal. Otros han adorado a Dios por medio de numerosos sacrificios, sacramentos y devociones. Pero una simple religión, aun practicada con sinceridad, nunca podrá resolver el problema del mal que está en el hombre. Primero, nuestras buenas acciones no pueden quitar nuestras malas obras. Si alguien quiere agradar a Dios, por sí mismo le será imposible. Los mejores esfuerzos humanos siempre son imperfectos y no pueden ser aceptados por un Dios santo.
Luego, la religión nunca cambiará nuestra naturaleza. El verdadero problema no reside en nuestro comportamiento exterior, sino en lo que somos. «Ir a la iglesia», hacer buenas obras, decir oraciones, todo esto puede tranquilizarnos, ¡pero no nos mejorará!
El cristianismo es muy distinto a una religión. Es un encuentro definitivo con Dios por medio de la fe en Jesucristo.
© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)