Origen de la nueva vida en Cristo
Texto: 1 Pedro 1:1-12
Debemos deleitarnos y gozarnos en las bendiciones de la nueva vida en Cristo, dándonos cuenta de que no hay gozo mayor gozo que conocer a Jesús.
Versículo clave: “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos”. 1 Pedro 1:3
UN VISTAZO PRELIMINAR
Hoy comenzamos un estudio en las cartas de Pedro. Al principio de esta carta Pedro se identifica a sí mismo con el sobrenombre que Jesús le dio. Su nombre de nacimiento era Simón, Barjona, o Simón, hijo de Jonás. Jesús le puso Pedro, lo cual en latín es Cefas.
Pedro fue uno de los apóstoles del círculo íntimo, junto con Jacobo y Juan. Él es reconocido como el apóstol a los judíos mientras que Pablo era el apóstol a los gentiles. Pedro fue clave en la transmisión de la verdad sobre Jesús a la gente del primer siglo y en darle a la humanidad el Nuevo Pacto, o Nuevo Testamento. Él fue tanto un hombre de acción como un hombre de ideas.
Pedro fue inspirado por Dios a escribir estas cartas. Estas epístolas nos ofrecen esperanza por medio de nuestra fe en Jesús. En la última parte del primer siglo, las iglesias estaban bajo un ataque severo. El paganismo era desenfrenado en el imperio romano y los cristianos estaban comenzando a ser perseguidos por sus creencias. El mensaje de Pedro nos ha ofrecido una forma de estar cuerdos en un mundo demente y nos ha ofrecido esperanza en circunstancias ensombrecedoras.
Ésta no es la esperanza del optimismo irracional. Ésta no es la esperanza basada en sucesos casuales. Ésta es la esperanza fundamentada en nuestra fe en Jesús. Esa esperanza, así como la fe y el amor, es un regalo de parte de Dios. Cuando recibimos a Jesús como nuestro Salvador, nuestro ser cambia, y nosotros tenemos una base para la esperanza aún en los momentos oscuros de nuestra vida.
Pedro había atravesado muchos valles y cimas en su ministerio, y Dios lo usó para darnos este mensaje duradero sobre la esperanza que está en nosotros por medio de nuestra fe en Jesús.
UNA MIRADA MÁS CERCANA
I. El inicio de la fe
1 Pedro 1:1-5
1 Pedro, apóstol de Jesucristo, a los expatriados de la dispersión en el Ponto,Galacia,Capadocia,Asia y Bitinia,
2 Elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas.
3 Bendito el Dios y padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos,
4 para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros,
5 que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.
Pedro comenzó identificándose a sí mismo y dirigiéndose de inmediato a quienes iba a hablarles. Pedro había predicado a multitudes en su ministerio, pero por medio de esta carta, él estaba extendiéndose a aquellos que no lo conocían personalmente, pero que también eran creyentes en Jesucristo.
Él comenzó con uno de los pensamientos más reconfortantes de la Palabra de Dios. El pueblo de Dios es electo, o escogido, por el conocimiento de Dios y el ministerio del Espíritu Santo. Un hijo de Dios no es un accidente. Un hijo de Dios no vive según sucesos aleatorios o casuales. Dios tiene un plan para cada uno de sus hijos (Ef. 2:10). Usted se librará de muchas preocupaciones y ocupaciones si simplemente acepta el plan que Dios tiene para usted y si se esfuerza por vivir de acuerdo a ese plan.
Pedro entonces enfatizó que la intención de Dios es que la gracia y la paz sean multiplicadas a todos sus hijos. Jesús nos enseñó que así como los hombres saben darles cosas buenas a sus hijos, así también nuestro Padre Celestial sabe cómo bendecirnos (Mt. 7:7-11). Las bendiciones que recibimos de nuestros padres terrenales son mayormente cosas físicas y perecen con el tiempo; pero las bendiciones de nuestro Padre Celestial son espirituales y eternas. La gracia de Dios jamás se irá ni se desgastará. La paz de Dios sobrepasa todo entendimiento y es la provisión constante para todos los nacidos a la familia de Dios.
Pedro no sugirió que estas bendiciones nos serían añadidas, él sugirió que nos serían multiplicadas. Hay una gran diferencia entre multiplicar y añadir. Todo esto tiene el propósito de hacernos ver que el deseo de Dios es que sus hijos anden en esperanza. Lo único que todo hijo de Dios puede hacer por su Padre Celestial es vivir una vida cambiada después de haberse convertido.
Pedro se cuidó de decir claramente cómo llega a nuestras vidas esta nueva esperanza. Es por medio del nuevo nacimiento. Nosotros somos engendrados, o nacidos, a la relación que tenemos con Dios. Esto es lo que quiso decir Jesús cuando le dijo a Nicodemo: “Os es necesario nacer de nuevo” (Jn. 3:7). Nuestro nuevo nacimiento se hace posible por el poder de la resurrección demostrado cuando Jesús se levantó del sepulcro. Pedro sabía que la resurrección de Jesús cambió el mundo para siempre.
Si Jesús fue quien dijo ser, y si Jesús hizo lo que dijo que haría, entonces todo lo referente a la vida es diferente. Si Jesús fue un fraude y un fracaso, entonces la vida es un desorden vacío; pero si realmente fue el Hijo de Dios y si en realidad conquistó la muerte, entonces todo en torno a la vida sobre la tierra está eternamente cambiado.
A través de la resurrección de Jesús tenemos una vida, o una esperanza viva. Tenemos la esperanza de que nosotros también seremos resucitados. Tenemos la esperanza de que la vida no se habrá terminado cuando muramos. Tenemos la esperanza de que la verdad y la justicia al final prevalecerán para todos.
Pero hay más que resurrección en nuestro futuro; hay una recompensa eterna. Nosotros no sólo tenemos la promesa de que viviremos de nuevo, tenemos la promesa de que nuestra nueva vida estará llena de todas las bendiciones de la eternidad. Tenemos una herencia incorruptible, inmarcesible y que jamás se desvanecerá o se desgastará. Como enseñó Jesús en Juan 14:1-3, esa herencia está literalmente esperando a los hijos de Dios en el cielo.
Estas bendiciones serán nuestras, no en esta vida, sino en los siglos por venir cuando Jesús sea revelado al volver a la tierra. Ésta no es una promesa hueca o un último recurso para darle esperanza a los desesperanzados. La promesa de la segunda venida es la historia del mundo escrita con anticipación. No cabe duda que como Jesús vino la primera vez, volverá de nuevo. Por el poder de Dios Él vino al mundo como un hombre, y vendrá nuevamente como Rey con poder y autoridad.
II. La prueba de la fe
1 Pedro 1:6-8
6. En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas,
7 para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo,
8 a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso.
Nuestra gran alegría ante las maravillosas promesas de Dios no quiere decir que no sufriremos muchas cosas mientras esperamos nuestros galardones eternos. Pedro reconoció que muchos de estos extranjeros a quienes les escribía estaban pasando momentos difíciles en sus experiencias cristianas. Él describió esto como diversas pruebas.
Estos términos no describen las cargas y los problemas diarios de la vida. Todos, creyentes e inconversos, tienen una variedad de dificultades en la vida. Al hombre nacido de mujer se le promete una vida corta llena de sinsabores (Jn. 14:1). Esto incluye a todos. Todos se enferman. Todos tienen preocupaciones y problemas en la vida; pero para el hijo de Dios quien se dedica al servicio del Señor, hay un conjunto de problemas totalmente diferente. Estos son los problemas que sencillamente llegan porque estamos tratando de vivir de acuerdo al plan de Dios.
A menudo esto es como la pesadez que describió Pedro, una carga que debe surgir además de todos los problemas de la vida. A menudo son tentaciones con muchos frentes. Éstas pueden ser tentaciones a pecar o tentaciones a dejar de servir al Señor. Las tentaciones pueden llegar de muchas formas, pero aún nuestras tentaciones pueden obrar para nuestro bien.
Pedro nos dijo que estos momentos de tribulación son como el fuego refinado que purifica el oro. Los metales preciosos con frecuencia contienen impurezas, que los debilitan y devalúan. Para remover estas impurezas, el refinador calienta el metal a un estado líquido y luego remueve las impurezas que se separan por medio del proceso. El metal que queda es entonces puro. La prueba en un hijo de Dios es una de las maneras que Dios usa para remover de nuestras vidas todas esas cosas, incluyendo todo lo que no es realmente importante, y centrando nuestra atención en las cosas que realmente importan para el tiempo y la eternidad.
Los metales preciosos de la tierra perecerán, pero la prueba de nuestra fe, el proceso de refinamiento, revelará las verdades eternas que jamás se desvanecerán. Lo maravilloso sobre la verdad es que siempre es cierta. La verdad nunca se va ni se vuelve obsoleta. La verdad es eterna y cuando la verdad se revela y se cree, tenemos un tesoro que nunca perecerá.
Esto no sugiere que nuestras pruebas no sean severas ni dolorosas en el momento, pero sí nos enseña que el resultado final de nuestras pruebas es revelar el propósito y el plan de Dios en su totalidad. Esto dará como resultado la alabanza y la honra de Jesús cuando venga de nuevo.
Pedro había visto al Jesús resucitado, pero él sabía que a quienes les escribía, no lo habían visto. Pedro les lanzó el reto de que tuvieran fe en lo que no habían visto con sus ojos. Ese tipo de fe producirá una alegría verdadera, aún en medio de los problemas. El gozo que Dios da a los corazones de quienes confían en Él no puede describirse con palabras. Es una experiencia gloriosa y maravillosa que vendrá al corazón de cualquiera que realmente crea en las promesas que Jesús ha dado.
III. El fin de la fe
1 Pedro 1:9-12
9. Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis condenados; he aquí, el juez está delante de la puerta.
10. Hermanos míos, tomad como ejemplo de aflicción y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor.
11. He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin del Señor, que el Señor es muy misericordioso y compasivo.
12. Pero sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento, sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación.
Un hijo de Dios debe amar a Jesús, confiar en Jesús, alegrarse en Jesús y por encima de todo recibir realmente todas las preciosas promesas que Dios le ha dado en su Palabra. La manera en que Dios nos bendice es a través del recibimiento y el andar basados en las promesas que Él nos ha dado. Al hacerlo, el resultado es la salvación.
El tema de los profetas del Antiguo Testamento es el punto culminante de la historia que sucederá cuando Jesús regrese a la tierra. Estos hombres diligentemente buscaron en el tiempo de Dios pistas para el cumplimiento de estos maravillosos eventos. Tenían el testimonio del Espíritu Santo conforme les reveló la verdad a ellos y a través de ellos, y trataron de unir las piezas de este gran enigma.
El plan eterno de Dios fue revelado más y más conforme iba transcurriendo el tiempo, y ahora rápidamente está llegando a su cumplimiento. Si hay alguna cosa que podamos decir acerca de las profecías alusivas a la segunda venida, es que ahora estamos más cerca a la segunda venida de Jesús que lo que lo hayamos estado jamás en la historia.
El cumplimiento del plan eterno de Dios no es sólo el tema de los profetas sobre la tierra, fue de interés para los ángeles del cielo. El cielo, así como la tierra, tiene un gran interés en las cosas que están sucediendo a nuestro derredor. Los cristianos del imperio romano primitivo eran parte de un vasto plan que ha tomado forma a través de los siglos y que aún se está desarrollando en el mundo hoy.
Comprender esto nos ayudará en momentos de dificultad. Las cosas que suceden a nuestro alrededor no son accidentes, todas son parte del maravilloso plan de Dios que vendrá a unirse cuando Jesús vuelva, establezca su reino terrenal y gobierne en justicia por unos mil años.
UNA PALABRA FINAL
Una clave para soportar las pruebas es dándonos cuenta de lo que sucedió exactamente cuando nacimos de nuevo. Muchas personas jamás se han convertido, y para ellas, este mundo es toda la bendición que jamás conocerán; pero para quienes han confiado en Jesús como su Salvador eterno, el futuro siempre es brillante así como lo son las promesas de Dios.
Todo creyente, pequeño o grande, es parte de un gran plan eterno que ha sido pronunciado por los profetas a través de los siglos y el cual está siendo observado por los ángeles del cielo conforme se desarrolla en la tierra. Dios nos ha llamado a la gloria. Ahora hay gloria a medida que entendemos y nos apropiamos de su Palabra y hay gloria en nuestro futuro a medida que caminamos hacia nuestra alegre reunión con Jesús.
Todo hijo de Dios en los momentos de prueba puede mirar hacia el momento en que su vida terrenal termine y las bendiciones eternas comiencen o pueden ver hacia la pronta venida de Jesucristo. Estas promesas inevitables y seguras traerán esperanza al corazón de cualquier hijo de Dios.
PARA DISCUSIÓN
1 Comente sobre lo que significa ser salvo y estar seguro en Cristo para siempre.
2 ¿Por qué deberían los cristianos ser positivos y resplandecer de esperanza?
3 Hable sobre las cuatro características de nuestra herencia en Cristo (1 P. 1:4) y qué significa para usted.
4 ¿Por qué cree usted que los cristianos son llamados a soportar las pruebas de su fe? ¿A qué se comparan las pruebas?
Preparado por D. Robinson; COMITÉ BAUTISTA ESCUELA DOMINICAL de A.B.A.