Texto: Jeremías 18:1—22:30
Versículo Clave: «¿No podre yo hacer de vosotros como este alfarero, oh casa de Israel? Dice Jehová. He aquí que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano. Oh casa de Israel.» Jeremías 18:6
Debemos reconocer la mano soberana de Dios en la vida y buscar ser un instrumento para honor.
UN VISTAZO PRELIMINAR
Todo texto tiene un contexto, y a menudo es revelador para entender las circunstancias de las Escrituras que estudiamos. Para cuando Jeremías predicó este mensaje, muy probablemente Joacim era el rey de Judá. El no tomaba en consideración ni a Dios ni la predicación de Jeremías. La mayor parte del pueblo de Judá siguió el ejemplo de este rey malvado y le prestó poco cuidado a las advertencias de Jeremías.
Una de las verdades más difíciles de captar es que mientras las cosas van bien nosotros tenemos que prepararnos para los tiempos difíciles. Debemos prepararnos para morir mientras estamos vivos, y tenemos que vivir para el Señor teniendo la opción de hacer otras cosas. La verdad que un día toda rodilla se doblará y toda lengua confesará el nombre de Jesús. Pero no todas las almas se salvarán y no todos los creyentes oirán “bien hecho” de parte de Jesús. En esto, como en muchos asuntos, el tiempo de Dios es crítico.
En esta época en la nación de Judá las cosas iban bien. La economía era próspera y había un tiempo de paz relativa. No había muchas guerras ni conflictos internos. En tales momentos, las advertencias de los profetas como Jeremías pasaban grandemente desapercibidas.
Este mensaje le hace a la nación el llamado de volver a las dos verdades básicas. Primero, Dios tiene la autoridad absoluta en los asuntos de todas las naciones sobre la tierra. Tiene tanto el derecho como el poder para hacer cumplir su voluntad en cualquier momento. La segunda verdad es que Dios ejercita su autoridad de acuerdo a reglas de moralidad bien definidas. Dios tiene un criterio, y los hombres a la larga tienen que ceder a sus parámetros. Dios nunca cederá su justicia a los deseos de los hombres. Dios hará lo correcto en cualquier situación. Su poder divino jamás se usa para satisfacer un simple capricho.
UNA MIRADA MÁS CERCANA
I. Una lección en la casa del alfarero
Jeremías 18:1-4
1. Palabra de Jehová que vino a Jeremías, diciendo:
2. Levántate y vete a casa del alfarero, y allí te haré oír mis palabras.
3. Y descendí a casa del alfarero, y he aquí que él trabajaba sobre la rueda.
4. Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano; y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla.
Jeremías no tuvo que buscar un texto para este mensaje. Dios lo envió a una casa de alfarero para recibir este sermón. Tal vez Jeremías a menudo pasaba por esta casa. En todo caso, no era difícil encontrar un alfarero en Judá. La alfarería era un oficio común en esta época. Al menos hay treinta palabras relacionadas directamente a utensilios de barro y alfarería en hebreo. Los utensilios hechos por el alfarero eran tan comunes como lo es un plástico o una bolsa de papel hoy día. Los utensilios de barro se usaban para muchos propósitos, y no había hogar alguno, por más pobre que fuera, que no tuviera uno o dos de ellos.
El alfarero se sentaba en un aparato hecho de dos piedras circulares unidas por un asta central. El asta a menudo se extendía a un hoyo en el suelo. El alfarero giraba la rueda de abajo con los pies mientras la arcilla era moldeada en la parte superior de la piedra. Conforme el alfarero giraba la rueda, podía variar la velocidad de la misma así como la presión que traía para conducirse en la suave arcilla y así poder formar una vasija. Cuando la vasija estaba formada, se le dejaba secar al sol
o se metía al horno, dependiendo el propósito para la que fuera hecha. Un alfarero podía producir muchas vasijas en el lapso de un día, o podía hacer una o dos piezas ornamentales o decorativas. La decisión dependía de cada alfarero. Y por supuesto, la calidad de la vasija se relacionaba directamente con la destreza y el talento del alfarero.
Jeremías fue a la casa del alfarero y lo observó trabajando. Vio al artesano formar una vasija de la suave arcilla, pero de alguna manera la arcilla se estropeó. En algún momento del proceso, el alfarero simplemente redujo su trabajo una vez más a la arcilla sin forma que había sido al inicio. Entonces de nuevo formó el trozo de arcilla en una vasija útil y tal vez decorativa.
La clave aquí es que la arcilla se formaba conforme al buen placer del alfarero. El resultado del proceso era controlado en su totalidad por el alfarero. La arcilla no tenía nada que decir al respecto. Esto no sugiere que el alfarero actuara sin restricción. Él tenía que hacer una vasija que fuera tanto de utilidad como decorativa. El alfarero tenía que vender lo que hiciera. Si hacía un producto raro e inservible, pronto estaría sin trabajo.
La idea aquí es que Dios está en control, pero Dios jamás actúa de manera caprichosa ni maliciosa. Dios produce un producto útil y llamativo. Él tiene el control absoluto así como el alfarero, pero es restringido por su amor y su justicia.
II. Un mensaje de parte del alfarero de la casa
Jeremías 18:5-10
5. Entonces vino a mí palabra de Jehová, diciendo:
6. ¿No podré yo hacer de vosotros como este alfarero, oh casa de Israel? Dice Jehová. He aquí que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano, oh casa de Israel.
7. En un instante hablaré contra pueblos y contra reinos, para arrancar, y derribar, y destruir.
8. Pero si esos pueblos se convirtieren de su maldad contra la cual hablé, yo me arrepentiré del mal que había pensado hacerles,
9. y en un instante hablaré de la gente y del reino, para edificar y para plantar.
10. Pero si hiciere lo malo delante de mis ojos, no oyendo mi voz, me arrepentiré del bien que había determinado hacerte.
El mensaje que Jeremías pronunció de este incidente tenía dos aplicaciones. Era nacional en que se le aplicaba a Judá y a las demás naciones del mundo. Y también era individual debido a que la respuesta a este mensaje estaba en los corazones individuales de la gente de la tierra. Las naciones se componen de individuos. Ningún grupo de personas es más inteligente o más espiritual que los individuos que lo componen. Todo reto nacional tiene que tener una respuesta individual.
La arcilla estaba en la mano del alfarero. Él ejercitaba el control absoluto y soberano sobre ella. Elaborar utensilios de barro no era trabajo de un comité. El alfarero sólo decidía lo que sucedería sobre la rueda. La aplicación era que el pueblo de Israel y las otras naciones del mundo estaban manos de Dios. Él estaba detrás de las escenas de la historia, y Él estaba obrando para llevar a cabo su voluntad en los asuntos de los hombres. Dios todavía está haciendo esto hoy. Puede que reconozcamos la mano la mano soberana de Dios en nuestros asuntos, o puede que no; pero ahí está. De manera silenciosa y discreta, Dios está cumpliendo su voluntad entre las naciones de la tierra. Un día Jesús pasará de la eternidad de nuevo al tiempo y los reinos del mundo vendrán a ser los reinos de nuestro Dios y de su Cristo.
La arcilla se moldeaba y se destruía o reformada a voluntad del alfarero y de acuerdo al tiempo establecido que él decidiera. El alfarero en cualquier momento podía destruir lo que había hecho con la arcilla fina, y reformarla. Observe que esto no se hizo a capricho del alfarero. El alfarero no se sentaba en su rueda para jugar. Él estaba haciendo lo mejor para producir una vasija útil que pudiera ser usada por el cliente. De igual manera, Dios no es un gran tirano, jugando indefinidamente con las naciones de la tierra. Dios tiene un plan, un propósito y una voluntad. Él quiere que las naciones del mundo sirvan propósitos útiles en su gran reino. Si lo hacen, Él las recompensará; y si no lo hacen, Él puede arrancarlas y darles otra forma o removerlas.
El mensaje es arrepentimiento. Una nación que sea mal formada puede arrepentirse y ser reformada en una vasija útil. La señal del alfarero no es que nuestro futuro ya ha sido determinado, y que no hay nada que podamos hacer al respecto. En lugar de eso, el mensaje aquí es que nuestro futuro está en nuestras manos. Cuando permitimos que las fuerzas que actúan sobre nosotros nos conviertan en vasijas útiles, podemos evadir cualquier juicio de parte de Dios. Pero, si por terquedad nos negamos a siquiera ver a Dios obrando en nuestras vidas, entonces cuando rechazamos su dirección e influencia, Él es libre de destruir y volver a construir.
III. El mensaje de Dios—la reacción de Judá
Jeremías 18:11-14
11. Ahora, pues, habla luego a todo hombre de Judá y a los moradores de Jerusalén, diciendo:Así ha dicho Jehová: He aquí que yo dispongo mal contra vosotros, y trazo contra vosotros designios; conviértase ahora cada uno de su mal camino, y mejore sus caminos y sus obras.
12. Y dijeron: Es en vano; porque en pos de nuestros ídolos iremos, y haremos cada uno el pensamiento de nuestro malvado corazón.
13. Por tanto, así dijo Jehová: Preguntad ahora a las naciones, quién ha oído cosa semejante. Gran fealdad ha hecho la virgen de Israel.
14. ¿Faltará la nieve del Líbano de la piedra del campo? ¿Faltarán las aguas frías que corren de lejanas tierras?
El primer mensaje iba dirigido a la casa de Israel. Jeremías les habló a los habitantes de Jerusalén. Todo mensaje nacional debe ser recibido por personas de manera individual. Lo que hace una familia, una nación o una iglesia se determina por las creencias y las acciones de los individuos en particular. No hay sabiduría corporativa ni justicia grupal. El pueblo de Israel era idólatra porque cada día algunos ciudadanos de manera individual adoraban en un altar de un dios falso. La nación sería justa cuando cada individuo abandonara el mal de la idolatría y volviera a la práctica de la verdadera adoración.
El mensaje de Jeremías era que cada habitante de la tierra examinara su propio camino para que viera la mano de Dios obrando en el mundo, se arrepintiera de la maldad y volviera a la senda de justicia. Tristemente este mensaje fue negado.
El pueblo decidió creer que no había esperanza. Esto posiblemente se refiere a la actitud de “así soy yo”. Muchos sienten que son demasiado viejos o demasiado tercos para poder cambiar. Las prácticas malas fácilmente pueden venir a ser cómodas para nosotros, y entonces nos negamos a oír y a prestarle atención al mensaje de Dios cuando éste llega. Observe las dos decisiones tomadas individualmente por el pueblo de Judá. Primero, decidieron ir tras otros ídolos. Pusieron propia forma de pensar y su provisión por delante de los de Dios. Éste es el colmo de la arrogancia y lleva a la ruina.
En segundo lugar, optaron por sus propios pensamientos malvados por encima de la revelación de Dios. Jeremías no estaba pronunciando un discurso basado en su filosofía. Él estaba predicando la palabra del Señor que vino a él. Él no inventó un sermón y luego lo proclamó. Él le dijo al pueblo que Dios le había dicho. Rechazar este mensaje tuvo el mismo efecto que negar al mismo Dios.
Puede que la mayoría de los hombres crean que ellos obedecerían la Palabra de Dios si les fuera pronunciada en persona. La verdad es que si no oímos a los mensajeros que Dios manda, tampoco oiríamos lo que Dios nos dijera personalmente. Después de todo, Jesús, el Hijo de Dios, habló directamente con los hombres y cuando estuvo aquí en la tierra no se le creyó.
Dios vio esto de forma muy palpable. Aún los paganos en su vanidad e idolatría eran consistentes en creer y obedecer a los dioses falsos que adoraban. Las naciones idólatras eran más fieles a los ídolos vanos y mudos que lo que era Israel con su único Dios verdadero. Imagine a un hombre teniendo una fe inmovible en una roca o en una máquina, pero negándose a oír un mensaje real pronunciado por el siervo del único Dios verdadero. Esto es lo que le sucedió a Judá.
UNA PALABRA FINAL
En Lucas 16 tenemos un relato de dos hombres que murieron. Uno fue al seno de Abraham y el otro al infierno. Desde el infierno, el hombre perdido gritaba que enviaran un mensajero para advertirles a sus hermanos de tal manera que ellos no fueran a ese horrible lugar de tormento. El mensaje desde el cielo fue “Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen: óiganlos. El entonces dijo: No, padre Abraham: pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. Más Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos” (Lc. 16:29-31).
¿Qué hará falta para hacer que los hombres crean en la verdad? Se necesita un corazón dispuesto y receptivo de la verdad. El pueblo de Judá se negó a aceptar la verdad de que ellos eran arcilla en las manos del Dios Poderoso. Se volvieron a sus propios dioses en busca de seguridad y a los pensamientos de sus corazones malvados en busca de paz. Cuando Dios finalmente decidió darle una nueva forma a la nación que había estado formando, ambos recursos les fallaron.
La lección para nosotros es que Dios está hablando. ¿Está usted oyéndolo? ¿Está usted prestándoles atención a los hombres que Dios está enviando a declararle su Palabra? ¿Está usted dispuesto a reconocer la soberanía de Dios sobre su propia vida individual? ¿Está usted dispuesto a cederle su voluntad y permitir que Él tenga su camino en el corazón suyo y en su vida? ¿Se da usted cuenta que en cualquier momento Dios puede derribar y reconstruir? Él le puede hacer esto a individuos, a familias, a iglesias y a naciones. Créalo.
PARA DISCUSIÓN
1. ¿De qué formas ofrece comodidad la soberanía de Dios hoy día?
2. ¿Puede un cristiano usar exactamente la soberanía de Dios como excusa para un fracaso personal? ¿Por qué o por qué no?
3. Discuta si un cristiano en algún momento puede tener alguna excusa para olvidarse de Dios en su vida.
4. ¿Qué involucra ser un instrumento para honra (2 Ti. 2:1521)?
Preparado por D. Robinson; COMITÉ BAUTISTA ESCUELA DOMINICAL de A.B.A.