LA DESTRUCCION DE JUDA
Texto: Jeremías 7:1—12:17;
Desde el día que vuestros padres salieron de la tierra de Egipto hasta hoy. Y os envié todos los profetas mis siervos, enviándolos desde temprano y sin cesar; pero no me oyeron ni inclinaron su oído, sino ante el convencimiento de que endurecieron su cerviz, e hicieron peor que sus padres.” Jeremías 7:25, 26
Debemos ceder ante el convencimiento de Dios en cuanto al pecado personal y así evitar el juicio.
UN VISTAZO PRELIMINAR
Sucedieron muchas cosas en Judá entre la lección anterior y la que estudiamos hoy. El Rey Josías había guiado a la nación en una reforma. Se habían restaurado los edificios del templo y se habían removido los ídolos, pero no se habían destruido. El pueblo no escuchó la advertencia de Dios y de manera imprudente se inmiscuyó en una guerra que involucraba a Egipto, Asiria y Babilonia. Fue herido en batalla cerca de Megido y llevado a Jerusalén donde murió. A pesar de esto, el pueblo de Judá no vio la pérdida de su rey como parte del llamado de Dios al arrepentimiento.
El hijo de Josías, Joacaz, reinó durante tres meses pero fue sustituido por su hermano Eliaquim, también llamado Joacim.
Durante los once años de reinado de Joacim, la nación volvió a sus caminos idólatras.
En realidad los judíos no abandonaron la adoración en el templo; pero trajeron la idolatría a los atrios del templo y convirtieron al único Dios verdadero en uno de los muchos dioses que adoraban. El pueblo fingió que honraba al Señor, pero sus corazones les pertenecían a los dioses falsos. El pueblo de Judá servía a Dios de labios, pero les entregaban sus corazones a los ídolos.
Los judíos sabían que la idolatría era mala. Pensaban que no tenían nada que temer. Falsamente creyeron que Dios jamás permitiría que le sucediera nada a Jerusalén debido a la ubicación del templo.
Tres veces al año el pueblo de Judá iba al templo a adorar. En una de esas ocasiones, Jeremías se puso en pie a la entrada del templo y pronunció este mensaje. Había muchas personas yendo y viniendo, pero unos cuantos habían venido para dar una ofrenda de adoración verdadera. Este mensaje es una afirmación de la verdad del mensaje de Samuel: “obedecer es mejor que los sacrificios” (1 S. 15:22).
UNA MIRADA MÁS CERCANA
I. Una súplica de arrepentimiento
Jeremías 7:1-7
1. Palabra de Jehová que vino a Jeremías, diciendo:
2. Ponte a la puerta de la casa de Jehová, y proclama allí esta palabra, y di: Oíd palabra de Jehová, todo Judá, los que entráis por estas puertas para adorar a Jehová.
3. Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Mejorad vuestros caminos y vuestras obras, y os haré morar en este lugar.
4. no fiéis en palabras de mentira, diciendo: Templo de Jehová, templo de Jehová, templo de Jehová es este.
5. Pero si mejorareis cumplidamente vuestros caminos y vuestras obras; si con verdad hiciereis justicia entre el hombre y su prójimo,
6. y no oprimiereis al extranjero, al huérfano y a la viuda, ni en este lugar derramareis la sangre inocente, ni anduviereis en pos de dioses ajenos para mal vuestro,
7. os haré morar en este lugar, en la tierra que di a vuestros padres para siempre.
Jeremías comenzó obedeciendo por completo la Palabra del Señor que vino a él. Observe que Jeremías no sólo recibió el mensaje de parte de Dios, sino también la oportunidad para predicarlo. Él no estaba compartiendo su opinión o sus ideas; más bien estaba sencillamente hablándole al pueblo en nombre de Dios. Dios le dijo dónde ir y qué decir.
Este mensaje fue pronunciado donde haría el mejor bien. No todos los de Judá iban al templo, pero de seguro todos conocían a alguien que sí lo hacía. No cabe duda que este mensaje estaría en la mente de todos los ciudadanos de Judá para cuando se terminara este día festivo.
El primer llamado de Dios era que el pueblo enmendara sus caminos o cambiara lo que estaba haciendo. Como dice el dicho: “si sigue haciendo lo que está haciendo, seguirá recibiendo lo que está recibiendo”. Una señal de enfermedad espiritual es que seguimos cometiendo los mismos pecados de forma repetida y esperamos que el resultado sea distinto cada vez. El pueblo de Judá había sufrido grandemente a manos de los egipcios, y debieron haber visto que Dios estaba tratando con ellos. En lugar de eso se negaron a cambiar y fueron directo a la adoración de ídolos.
El pueblo había puesto su confianza en las mentiras que se habían dicho a sí mismos. Creían que porque el templo del Señor estaba en Jerusalén, la ciudad jamás sería ocupada por invasores. Esta mentira se había convertido en una clase de excusa universal que se podía dar de cara a toda profecía de destrucción. Como cualquier mentira, no pasaría el escrutinio de la verdad. Jerusalén de hecho fue tomada y el templo fue destruido; pero Jeremías ofreció un consejo positivo para todo el que lo tomara.
Primero, Jeremías llamó al pueblo a hacer cambios positivos. Cualquier cambio espiritual tiene que comenzar en nuestros corazones. Nosotros tenemos que querer cambiar antes que cambiemos en realidad.
Un cambio espiritual tendrá un resultado físico. Si decimos haber cambiado en el interior, nuestro comportamiento exterior reflejará ese cambio. Para el pueblo de Judá era volver a la justicia que se describía en la ley de Moisés. Esto incluía tratar a los vecinos de manera apropiada y dejar de oprimir a las viudas, los huérfanos y los extranjeros. También incluía un alto a la violencia sin sentido y especialmente, involucraba un alto a la adoración de dioses falsos.
El mal comportamiento social nace de nuestros corazones alejados del único Dios verdadero. Si realmente andamos con Dios, seremos buenos vecinos. Si los hombres siguen adorando ídolos, encontrarán una sociedad inmoral. Dios prometió bendiciones para aquellos que oyeran y le prestaran atención al consejo que les diera su profeta.
II. Palabras mentirosas
Jeremías 7:8-12
8. He aquí, vosotros confiáis en palabras de mentira, que no aprovechan.
9. Hurtando, matando, adulterando, jurando en falso, e incensando a Baal, y andando tras dioses extraños que no conocisteis,
10. ¿vendréis y os pondréis delante de mí en esta casa sobre la cual es invocado mi nombre, y diréis: Librados somos; para seguir haciendo todas estas abominaciones?
11. ¿Es cueva de ladrones delante de vuestros ojos esta casa sobre la cual es invocado mi nombre? He aquí que también yo lo veo, dice Jehová.
12. Andad ahora a mi lugar en Silo, donde hice morar mi nombre al principio, y ved lo que le hice por la maldad de mi pueblo Israel.
En esta parte de su mensaje, Jeremías de manera realista reconoció que el comportamiento del pueblo de Judá reflejaba el carácter real del corazón de cada uno. Esta calle es de una sola vía. Lo que hagamos con nuestro cuerpo no hará que nuestro corazón haga lo correcto; pero lo que suceda en nuestro corazón siempre se demostrará en nuestra conducta física.
La conducta del pueblo de Judá era un testimonio amplio de las cosas que realmente creían, al punto que habían confiado en las palabras falsas que no les habían beneficiado en nada. Jeremías enumeró cuatro males sociales que habían sido resultado de la adoración a los dioses de Baal. Éstos son el robo, el asesinato, el adulterio y la mentira. Así como el sol sale al este, estos patrones de comportamiento siempre acompañarán la religión falsa.
Los hombres roban porque no se tienen respeto ni a sí mismos ni a la propiedad de los demás. La mayoría de los ladrones no quieren que les roben sus pertenencias; no obstante, ellos piensan que tienen el derecho de tomar lo que le pertenece a alguien más. Esta distorsión de la verdad se basa en el egoísmo.
El asesinato, o el tomar una vida humana sin causa justa, también proviene de la misma fuente. Un hombre egoísta resuelve con la fuerza bruta sus dificultades con otros. Mata a los que se le oponen, sin pensar que ellos tienen derecho a tener sus propias opiniones y/o dirigir sus propias vidas.
Tal vez la expresión final de esta filosofía es el adulterio. En este pecado, un hombre o una mujer considera más importante la lujuria del momento como más importante que cualquier promesa hecha en el pasado. El yo y la auto-gratificación gobiernan, y a nadie se le permite atravesarse en el camino. No se toman en consideración ni las promesas, ni al esposo, ni a la esposa, ni a los hijos, ni al padre. Lo único que piensa el corazón adúltero es en satisfacer la lujuria del momento.
Observe que estos tres problemas del corazón son los que Jesús expuso en el Sermón del Monte (Mt. 5:21-32).
Lo que produjo esto en Judá fue la adoración a Baal. Baal era un sistema de dioses basado por completo en lujurias carnales. La adoración a Baal era ritualista y carnal. Tal vez el pueblo disfrutaba lo que hacía, pero le prestaban poca atención hacía dónde los llevaba eso. Antes de adorar algo o a alguien, vea con cuidado en qué se convertirá si lo hace. Puede que no le guste hacia dónde va.
En medio de todo esto, el pueblo de Judá había tratado de guardar al menos una forma de adoración en el templo. En su fe en el Templo había una expresión tácita de que hay un solo Dios verdadero. Observe que el pueblo decía: “Templo de Jehová” (Jer. 7:4), no: arboleda de Baal. En su corazón sabían que Baal no podía protegerlos en tiempo de tribulación.
El pueblo de Judá había puesto ídolos en el templo y de esa forma había profanado este lugar santo. Una vez hecho, el lugar rápidamente vino a ser la cueva de ladrones que se menciona aquí. Dios estaba cuidando este lugar y testificando de lo que estaba sucediendo ahí.
El pueblo recibió el reto de que viera a Silo, al norte de Israel. Era un vistazo al tabernáculo, y este lugar había caído en mano de los asirios en el año 722 a.C. Ese suceso de la historia debe haber hecho que este pueblo reconsiderara su confianza ciega en la mera presencia física del templo en Jerusalén.
III. Juicio seguro
Jeremías 7:13-16
13. Ahora, pues, por cuanto vosotros habéis hecho todas estas obras, dice Jehová, y aunque os hablé desde temprano y sin cesar, no oísteis, y os llamé, y no respondisteis;
14. haré también a esta casa sobre la cual es invocado mi nombre, en la que vosotros confiáis, y a este lugar que di a vosotros y a vuestros padres, como hice a Silo.
15. Os echaré de mi presencia, como eché a todos vuestros hermanos, a toda la generación de Efraín.
16. Tú, pues, no ores por este pueblo, ni levantes por ellos clamor ni oración, ni me ruegues; porque no te oiré.
Debido a que el pueblo había puesto su fe en la presencia de un edificio y no en el Señor, el juicio era seguro. Dios prometió hacerle al templo de Jerusalén lo mismo que le había hecho al tabernáculo de Silo. Efraín, el cual es otro nombre para Israel al norte, había sido destruido y Judá enfrentaría una situación similar. Dios honrará sus promesas y su Palabra jamás fallará, pero cualquier individuo puede salirse de la influencia protectora de Dios. Cuando eso sucede, puede seguirle la destrucción.
La declaración en el versículo 16 parece extraña, pero nosotros tenemos que recordar que la oración que puede salvar nuestras almas debe ser nuestra oración individual. Si su alma va a ser rescatada, usted debe hacer la oración que trae a Jesús a su corazón. Si su vida va a ser cambiada, usted debe hacer la oración que le ponga en el centro de la voluntad de Dios. Otros pueden orar por usted, y deben hacerlo, pero ellos sólo pueden orar porque usted tenga una oportunidad de hacer cambios reales en su corazón. El cambio verdadero viene de adentro hacia fuera, no de afuera hacia adentro.
UNA PALABRA FINAL
Dios aceptará las decisiones que tomemos. Dios es amoroso, paciente y bondadoso. Él no es rápido para enviar juicio, y jamás lo hace con mala intención. Pero cuando a menudo reprobamos y sabemos lo que estamos haciendo, y cuando deliberadamente decide alejarse de la verdad y cree una mentira, entonces no hay nada más que pueda hacer Dios que enviarle juicio.
Dios no quiere que nadie perezca, pero los hombres perecen. Perecen debido a su propia negativa persistente de creer lo que saben que es verdad. El pueblo de Judá debe haber sabido que sólo había un solo Dios verdadero. Los dioses falsos adorados en el norte no podrían ayudarlos cuando los asirios llegaran. Los hombres de Judá estaban tratando el templo como un tipo de encanto infame que los libraría de que les hicieran daño; no obstante, las experiencias de sus vecinos demostraron que esta forma de pensar era insensata. De manera interesante, Dios había protegido a Jerusalén en los días de Ezequías e Isaías. Ésta era una gran lección objetiva y parte de su historia, pero la ignoraron.
Debido a los ruegos de la carne, el pueblo decidió seguir adorando a Baal y creyeron que el templo en Jerusalén les serviría de protección.
Dios les dijo que se raparan sus cabezas, y como sus cabezas rapadas eran símbolo de vergüenza y destrucción, de igual manera Jerusalén y Judá estarían bajo el castigo de Dios. Rasurarse su cabeza es una ilustración maravillosa. Hace un cambio dramático y repentino en la manera en que usted se relaciona con todos los que le rodean. Pero el cambio no es permanente. Con el pasar del tiempo, su cabello crecerá de nuevo, y con el pasar del tiempo Judá aprendería a confiar de nuevo en el Señor y abandonaría a los ídolos a cambio del único Dios verdadero.
PARA DISCUSIÓN
1. Judá solía usar el templo como un talismán o un encanto. ¿Qué usa hoy día la gente como talismán? ¿Por qué Dios consideró tal acción como insensata?
2. Judá aprobó las acciones pecaminosas tales como el robo, el asesinato, el adulterio, la idolatría y la mentira apareciéndose simplemente en la casa de Dios. ¿Tendemos nosotros a hacer lo mismo? ¿De qué forma?
3. ¿Qué impacto debería tener en nosotros cuando vemos cómo lidió Dios con los pecados del pueblo de Israel?
4. Aunque a menudo se les advirtió y se les reprendió, Judá solía pensar que el juicio de Dios no vendría sobre ella. ¿En qué formas actuamos nosotros de la misma manera?
Preparado por D. Robinson; COMITÉ BAUTISTA ESCUELA DOMINICAL de A.B.A.