Versículo clave: “Palabra fiel es esta, y en estas cosas quiero que insistas con firmeza, para que los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles a los hombres”. Tito 3:8
Debemos reconocer un cambio de vida como resultado de la gracia salvadora y hacer un compromiso de vivir por Cristo y servirle fielmente en una iglesia verdadera.
UN VISTAZO PRELIMINAR
Para bien o para mal todos en la tierra tienen un testimonio. Muchas personas, aún algunas creyentes, tienen una mala actitud y una mala reputación entre sus vecinos. La ayuda que les damos a otros está directamente relacionada a su opinión de nosotros. Jesús no pudo hacer una obra poderosa en Nazaret porque las personas lo consideraban el hijo del carpintero (Mt. 13:53-58).
En otra ocasión Natanael cuestionó a Jesús simplemente porque era de Nazaret. Evidentemente la mala reputación de todo el pueblo se le atribuía injustamente a Jesús (Jn. 1:46). Si estas cosas pudieron sucederle a Jesús, de seguro nos pasarán a nosotros.
¿Cómo podemos vivir vidas fructíferas en una mala situación? ¿Qué podemos hacer con nuestra reputación? En muchos casos no hay mucho que podamos hacer. Hay prejuicio e ignorancia en el mundo y hasta cierto punto tenemos que vivir con eso. Nosotros podemos tener cuidado de vivir de tal forma que no les demos a los enemigos de la cruz una ocasión para blasfemar el nombre de nuestro Salvador.
Los cristianos del primer siglo tuvieron un tiempo difícil con su mundo y su gobierno. Las reuniones de las iglesias a menudo eran consideradas subversivas. Los creyentes abiertamente hablaban de Jesús como si aún viviera y fuera su rey. Los líderes del mundo no entendían esto como un reino espiritual y los creyentes a menudo eran perseguidos. Los últimos treinta años del primer siglo vieron una creciente persecución de las iglesias de Dios.
El pueblo de Dios no debe tener una mala actitud hacia el mundo o hacia los gobiernos seculares. Debemos ver el mundo como lo hace Dios, y cuando Él lo mira, lo ve en amor (Jn. 3:16).
UNA MIRADA MÁS CERCANA
I. Características de los creyentes
Tito 3:1, 2
1. Recuérdales que se sujeten a los gobernantes y autoridades, que obedezcan, que estén dispuestos a toda buena obra.
2. Que a nadie difamen, que no sean pendencieros, sino amables, mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres.
Nuestra actitud a menudo determinará nuestras acciones. De la forma en que pensemos sobre una situación, eso hará que nos moleste, que la soportemos o que la disfrutemos. Pablo comenzó a amonestar a Tito para que intentara que la gente de la iglesia en la isla de Creta pensara adecuadamente sobre el gobierno que tenían.
Los gobiernos de este mundo no son accidentales. Más bien son ordenados por Dios y están aquí para lograr los propósitos específicos de Él (Ro. 13:1; Col. 1:16). Esto por sí solo debe cambiar nuestra forma de pensar acerca de los líderes de este mundo. Muchos líderes del mundo no comprenden este hecho, pero a pesar de eso es cierto. Dios está en control y nosotros le servimos.
Nuestra labor es predicar el evangelio y servir al Señor. Siempre debemos estar sujetos a los principados, a las potestades y a los magistrados. Recuerde que Pablo estaba específicamente hablando sobre los hombres más malos que manejaban el imperio romano. Ésta no era una democracia y había poca libertad de religión ahí; pero aun así, el pueblo de Dios debía estar sujeto a los gobernantes que estaban sobre ellos.
El reino de Dios es espiritual, no físico. Jesús volverá un día y hará que la verdad espiritual sea visible para todos y que su reino sea físico. Entretanto lo hace nosotros tenemos que lidiar con el mundo físico tal como es. Entender esta verdad nos ayu-dará a mantener nuestra perspectiva.
Nuestro trabajo es estar listos para hacer buenas obras. En cualquier momento y en cualquier lugar, no hay ley que impida hacerlo. Las leyes son para castigar a los hacedores de maldad no a los que hacen el bien (Ro. 13:3). Cuando un individuo o una iglesia busca hacer cosas buenas de la Palabra de Dios, ninguno debe temerle al gobierno; pero cuando tratamos de interferir con el gobierno, naturalmente nos daremos cuenta que el gobierno estará dispuesto a interferir con nosotros. La separación de la iglesia y el estado nunca le prohíbe a ninguno hacer buenas obras.
Para mantener nuestra reputación y nuestra capacidad para ayudar a otros en tiempos de tribulación, tenemos que tener cuidado con nuestras palabras. Es tentador contar chismes; no obstante, este pecado está directa y específicamente prohibido en la Biblia (1 Ti. 5:13; 2 Tes. 3:11, 12). Cuide sus palabras. Todos los demás lo hacen.
Un hijo de Dios no debe tratar de crear disputas con fuerza física. Armar pleito o pelear físicamente sólo demuestra cuál contrincante es más fuerte o más rápido, no cual estaba en lo correcto. El hijo de Dios debe ser amable. Nosotros tratamos con personas que literalmente se oponen a sí mismas. La persona cascarrabias que se opone a Jesús es probablemente un hombre perdido que interiormente está grandemente herido en su propio espíritu. Nosotros debemos ser gentiles con él y ganarlo por medio de un espíritu manso y positivo.
II. Características de los incrédulos
Tito 3:3-7
3. Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros.
4. Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres,
5. nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo,
6. el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador,
7. para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna.
La amonestación a vivir correctamente se basa en el hecho que este era exactamente la clase de conducta cristiana que nos ganó al Señor. Haga memoria. ¿Fue usted intimidado o presionado para que se convirtiera? Probablemente no. Antes de ser salvo, ¿Les dijo usted palabras groseras a quienes les testificaron? Puede que sí; pero quienes le predicaron la verdad lo hicieron por amor e interés, y el mensaje de la cruz hizo su obra y usted vino a Jesús.
Antes de convertirnos, usted y yo éramos todo lo mencionado en el versículo 3. Esta no es conclusión nuestra; es la Palabra de Dios. Esta descripción de hombre perdido es una descripción de todo hombre perdido y de cualquiera. Es una descripción de una persona que es egoísta y que cree que no hay poder más alto que la autoridad humana. Esta filosofía es un mensaje de odio y carcomerá los corazones de las personas doquiera se encuentre.
La verdad de Dios es mucho más superior que eso. El mensaje de Dios es un mensaje de bondad y amor. Nadie resiente la bondad y el amor. ¿Ha sido alguna vez demasiado querido? ¿Le ha tenido alguna vez que decir a alguien que estaba siendo demasiado amable con usted que mejor fuera un poco más cruel en el futuro? Si usted es honesto podrá ver el gran poder del amor y la bondad. Dios espera que usemos este poder así como Él lo usó con nosotros.
Jesús amó al mundo. Él no sólo amó lo amable y adorable del mundo. Él amó las almas desagradables, agresivas y feas de la misma manera que amó a cualquier otro. Jesús vino en amor y fue rechazado, aborrecido y crucificado. Su amor persistió y ese amor al final triunfó. Dios nos pide que tengamos una parte en ese amor y que nos amemos los unos a los otros como Jesús nos amó.
No somos salvos por obras. Jamás lo fuimos, sencillamente porque en primera instancia nosotros no podemos hacer buenas obras. Las obras del hombre son como trapos de inmundicia ante los ojos de Dios (Is. 64:6). Somos salvos por la misericordia, el amor y la gracia de Dios. Debido a esto debemos extendernos igual hacia los demás.
El mecanismo específico que trae salvación a nuestros corazones es la obra del Espíritu Santo. Esta obra es consecuencia de la Palabra de Dios. La fe llega por el oír y el oír por la Palabra de Dios (Ro. 10:17). La obra del Espíritu Santo es decirnos la verdad sobre Jesús (Jn. 16:1315).
La obra del Espíritu Santo es para regenerarnos. Regenerar significa “un nuevo nacimiento, una nueva creación”. Se ilustra dramáticamente con el término lavar, lo cual es como haber lavado al viejo hombre sucio y ver emerger de abajo a un hombre nuevo y limpio quien es difícilmente reconocible. El término renovación sugiere una obra constante que sigue y sigue con el Espíritu Santo obrando en nuestros corazones, enseñándonos y cambiándonos tanto cuanto vivamos.
Todo esto es posible por Jesús. No es algún trabajo que nosotros hagamos, sea bueno o sea malo. La única parte que la humanidad tiene en la salvación es estar de acuerdo con ella y recibirla. Para aquellos que creen en el bautismo como parte esencial para la salvación, observe que el bautismo en sí mismo es una obra y por lo tanto se excluye como parte de nuestra salvación. No somos salvos por el bautismo ni por la cena del Señor ni por ninguna otra obra. Somos salvos por la gracia de Dios por medio de nuestra fe personal en Jesús.
III. Características de los siervos
Tito 3:8-11
8. Palabra fiel es esta, y en estas cosas quiero que insistas con firmeza, para que los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles a los hombres.
9. Pero evita las cuestiones necias, y genealogías, y contenciones, y discusiones acerca de la ley; porque son vanas y sin provecho.
10. Al hombre que cause divisiones, después de una y otra amonestación deséchalo,
11. sabiendo que el tal se ha pervertido, y peca y está condenado por su propio juicio.
Alcanzar a los perdidos es de vital importancia para la obra de cualquier iglesia o cualquier cristiano; no obstante, nosotros debemos comprender que la salvación no es el fin; es el principio. Somos salvos para un propósito y una vez que somos salvos, ese propósito puede cumplirse de la manera en que vivamos el resto de nuestras vidas (Ef. 2:10).
Ésta es una afirmación que jamás pasará de moda y nunca se contradecirá. Ésta es una declaración que debería ser constantemente declarada en el corazón de todo creyente y en el ministerio de la predicación de toda congregación. Todo creyente velar por lo que haga en su vida y seguir haciendo buenas obras. Esto por supuesto, incluye las buenas obras que hacemos en el servicio de la iglesia. Involucra las buenas obras que hacemos en la vida diaria.
Demasiados cristianos tienen una fe de vaso manchado que dejan en la iglesia. Van al mundo y viven como el mundo. Este tipo de conducta no satisface a los creyentes y confunde a los perdidos que los ven. Nosotros deberíamos ir a todo hombre perdido y particularmente donde aquellos que comparten nuestra fe. Todos somos testigos de Jesús. Nos guste o no, las vidas de los creyentes son el único testimonio que muchos verán jamás. Debemos cuidarnos de decir la verdad en nuestro comportamiento así como con nuestras palabras.
Una forma en que las buenas obras pueden ser pervertidas es con preguntas insensatas y conflictos no beneficiosos. Use aquí a Jesús como ejemplo suyo. Jesús no contestó todas las preguntas que los hombres le hicieron. Él no trató de explicar todos los misterios aunque pudo haberlo hecho. Nosotros debemos comprender que algunas preguntas no están diseñadas para ser contestadas. Sólo son hechas para crear conflictos.
Más allá de esto hay algunas personas que no sólo están equivocadas; son inflexibles y divisivas en su negativa de oír la verdad. La palabra hereje se refiere a una persona que causa división, especialmente uno que ha optado por hacerlo. Éste no es el hombre sorprendido en una falta. Ésta es la persona que deliberadamente arremete causando división y problemas. Tales personas deben ser reprendidas o dárseles advertencia dos veces, y luego deben ser rechazadas. Aquellos que deliberadamente se oponen a la clara verdad de las Escrituras sólo debilitarán y desanimarán a los verdaderos creyentes.
UNA PALABRA FINAL
La gracia de Dios y las buenas obras no son mutuamente exclusivas. Tener una no quiere decir que no podamos o no debamos tener la otra. No somos salvos por gracia para vivir en desgracia.
Hay un camino de una sola vía que va entre la salvación y las obras. Una vez que somos realmente salvos, nuestro cambio espiritual será manifiesto por las buenas obras que hagamos. Les demostramos a otros nuestra fe por las obras que hacemos (Stg. 2:18). Pero el camino no tiene otra vía. La conducta nunca puede cambiar nuestros corazones. Nosotros no podemos comenzar a tratar de comportarnos y pensar que un día tendremos una naturaleza renovada. La salvación tiene que venir primero.
Hay algunos que dice ser salvos pero en sus vidas hay escasa,
o ninguna evidencia, de un cambio. El problema aquí podría ser que una persona no es salva en ningún sentido. Si algún hombre está en Cristo, es nueva criatura. Las cosas viejas pasaron y todas las cosas son hechas nuevas. La persona que profesa a Cristo pero no tiene el deseo de seguirle en buenas obras, tiene un problema. Este problema no es con la iglesia ni con otros cristianos; este problema es con la Biblia y con Jesús.
Deje que Jesús realmente cambie su corazón. Permítale entrar a su alma y nazca de nuevo. Luego fácilmente encontrará una forma de servir al Señor y mantener las buenas obras. No querrá causar confusión ni división entre sus hermanos. Su vida puede darle honor y gloria al Señor.
PARA DISCUSIÓN
1. Cuando Pablo escribió sobre el “lavamiento de la regeneración” y “la renovación en el Espíritu Santo” (Tit. 3:5), ¿qué cree usted que quiso decir?
2. Busque testimonios de personas cuyas vidas fueron drásticamente cambiadas cuando se convirtieron.
3. ¿Puede usted citar algún personaje bíblico u otras personas cuyas vidas fueran radicalmente alteradas por la fe en Cristo?
4. Comente sobre lo que quiere decir “ocuparse en buenas obras para los casos de necesidad” (Tit. 3:14). ¿Está usted haciéndolo?
Preparado por D. Robinson; COMITÉ BAUTISTA ESCUELA DOMINICAL de A.B.A.
me parece un estuio muy bueno