Lectura: 1 Corintios 15:12-19
El cual [Cristo] fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación.
–Romanos 4:25.
La resurrección de Jesucristo de los muertos es la piedra angular del arco de la salvación. Si uno la quita, la estructura completa del plan de salvación se desmorona.
Las buenas nuevas del evangelio son que Cristo murió por nuestros pecados (1 Co. 15:3), y que resucitó (v. 4). La resurrección de Cristo es la prueba de que su muerte expió el pecado.
La paga de un solo pecado es la muerte. Un pecado trajo la maldición de la muerte a toda la humanidad (Ro. 5:12-15). Si Cristo hubiese pagado por todos los pecados de la humanidad excepto uno, no hubiese podido resucitar, porque un pecado hubiese sido suficiente para mantenerlo en la tumba.
La resurrección de Cristo fue prueba de que había pagado el precio completo de la redención. Cuando clamó: «Consumado es» (Jn. 19:30), la obra quedó completada. Dios se satisfizo y dio prueba de la terminación de la obra resucitando a Cristo de entre los muertos.
Esa victoria no sólo debería conmemorarse en un día especial del año, sino el primer día de cada semana. . . e incluso ¡todos los días! Puesto que Cristo no permaneció en la tumba sino que conquistó la muerte con su resurrección, podemos vivir en el gozo de una salvación completa provista por un Redentor resucitado, vivo y que vuelve otra vez.
La resurrección asegura
lo que se logró en el Calvario.