Lectura: 2 Samuel 12:1-10
Entonces dijo Natán a David: Tú eres aquel hombre. . . . Entonces dijo David a Natán: Pequé contra Jehová. . . .
–2 Samuel 12:7, 13.
Un anciano que tenía un grave problema de miopía se consideraba un experto en evaluación de arte. Un día visitó un museo con algunos amigos. Se había olvidado los lentes y no veía los cuadros con claridad, pero eso no le detuvo de ventilar sus fuertes opiniones. Tan pronto entraron en la galería, comenzó a criticar las diferentes pinturas.
Al detenerse ante lo que pensaba era un retrato de cuerpo entero, empezó a criticarlo. Con aire de superioridad dijo: «El marco es completamente inadecuado para el cuadro. El hombre está vestido en una forma muy ordinaria y andrajosa. En realidad, el artista cometió un grave error al seleccionar un sujeto tan vulgar para su retrato.»
El anciano siguió su parloteo sin parar hasta que su esposa logró llegar hasta él y apartarlo discretamente para decirle en voz baja: «Querido, estás mirando un espejo.»
Nuestras propias faltas, las cuales tardamos en admitir, parecen muy grandes cuando las vemos en los demás. En la lectura bíblica de hoy, David se condenó a sí mismo sin saberlo cuando juzgó al hombre que robó la corderita (2 S. 12:1-10).
En lugar de ser expertos en criticar los defectos de los demás, mirémonos en el espejo de la Palabra de Dios y pidámosle que nos ayude a ver nuestras propias faltas claramente.
Los pecados de los demás están ante nuestros ojos;
los nuestros, a nuestras espaldas.