La Gracia De Dios En Nuestras Relaciones

Texto: Efesios 6:1-13
Versículo clave: “Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.” Efesios 6:11

Necesitamos conducirnos en nuestros hogares y en nuestros lugares de trabajo de tal manera que demostremos los cambios positivos que Jesús hace en nuestro ser.

UN VISTAZO PRELIMINAR

En la última lección aprendimos cómo los maridos y las esposas pueden someterse entre sí en el temor del Señor. Hoy veremos cómo padres e hijos, siervos y amos, así como todos los cristianos en general deben comportarse entre sí. Todo esto se basa en el principio que aprendimos en Efesios 5:21. Esta clase de interacción sólo es posible cuando estamos dispuestos a someternos los unos a los otros en el temor del Señor.
Tenga en mente que esta clase de conducta se espera en los que creen en Jesús, pero es imposible para quienes no creen. Si usted no es salvo, sólo se frustrará al intentar comportarse así. Usted encontrará un conflicto interno que es imposible resolver, y al final, cederá ante la carne y su comportamiento cambiará.
Pero el hijo de Dios siempre encontrará recursos espirituales para seguir la Palabra de Dios. Cuando lo haga, la vida tomará un nuevo significado y encontrará el cumplimiento real.
Por favor observe que aunque Pablo dirige algunas de estas enseñanzas a los amos y los esclavos, estos mismos principios se podrían aplicar de igual manera a cualquier lugar de trabajo. Son aplicables a cualquier situación donde haya una división entre el trabajador y el directivo.
El mundo ha intentado muchas soluciones a este tipo de problemas en las relaciones, y la condición de la sociedad hoy día es amplia evidencia que las soluciones del mundo no funcionan. Vemos un índice elevado de divorcios, una crisis de disciplina y respeto entre los jóvenes y una lucha a muerte en los lugares de trabajo; pero hay esperanza. Un regreso a los principios bíblicos funcionará tan bien hoy como lo hizo cuando estas palabras fueron escritas.

UNA MIRADA MÁS CERCANA

I. Padres e hijos
Efesios 6:1-4

1. Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo.
2. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa;
3. para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra.
4. Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor.

Se dirige primero a los hijos, tal vez porque aunque no todos son padres, todos son hijos. La advertencia es simple, y se repite del Antiguo Testamento. Los hijos deben obedecer a sus padres en el Señor.
Hay dos pensamientos aquí. Primero, los hijos deben ser obedientes. Sin importar cuan mayor llegue a ser, sus padres aún serán más mayores que usted. Ellos tienen la edad y la experiencia de haber estado donde usted está, y deben ser respetados y hacérseles caso. La receta divina para el orden en un hogar es que los hijos obedezcan. Cuando los hijos se convierten en los amos, el hogar va directo al caos. Los hijos sencillamente no tienen las destrezas necesarias para saber qué es mejor para ellos, mucho menos qué es bueno para el hogar como un todo.
El requisito importante que se añade es que la obediencia es en el Señor. Esto significa que ningún hijo está obligado a hacer lo malo simplemente por causa de la dirección de los padres. Esta no es una obediencia ciega. Es aceptar con los ojos bien abiertos la sabiduría de quienes los trajeron a este mundo.
El versículo 2 repite el quinto mandamiento (Ex. 20:12). Pablo hace notar que este es el primer mandamiento que tiene una promesa añadida. La promesa es de dos lados. Estará bien que honremos a nuestros padres y también viviremos una larga vida. Éste no es un misterio. La tensión literalmente puede matarlo, y no hay una situación más estresante que estar en conflicto con sus padres o con sus hijos. Tales situaciones pueden acortar nuestras vidas, y si las evitamos, nuestras vidas podrán ser más largas. Dios sabe lo que está haciendo.
Pero también hay un sometimiento para los padres. Los padres deben evitar un comportamiento que provoque a ira a sus hijos. Ningún padre debe hacer que su relación con sus hijos sea una prueba de voluntades. Si esto sucede, el enojo y el resentimiento serán las únicas consecuencias posibles. Un padre debe ser razonable y cariñoso en sus peticiones a sus hijos. En todas las decisiones debe pensar en el bienestar de ellos. No obstante, es mejor que los hijos lloren a que lo hagan los padres. Los padres finalmente son responsables por la crianza de sus hijos. Ellos tienen que tomar decisiones difíciles y no deben eludirlas.
La meta de los padres debe ser llevar a sus hijos a la madurez de la edad adulta, tanto física como espiritualmente. Un padre que se niega al cuidado físico de sus hijos ha negado su fe. Primera Timoteo 5:8 enseña que un padre que rechaza espiritualmente a sus hijos les está haciendo un daño aún mayor.
Un hijo egoísta no honrará a sus padres, y un padre egoísta provocará a ira a sus hijos. Pero los que estén dispuestos a someterse al Señor y entre sí, encontrarán una bella relación los unos con los otros en sus hogares.

II. Siervos y amos
Efesios 6:5-9

5. Siervos, obedeced a vuestros amos terrenales con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón, como a Cristo;
6. no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios;
7. sirviendo de buena voluntad, como al Señor y no a los hombres,
8. sabiendo que el bien que cada uno hiciere, ése recibirá del Señor, sea siervo o sea libre.
9. Y vosotros, amos, haced con ellos lo mismo, dejando las amenazas, sabiendo que el Señor de ellos y vuestro está en los cielos, y que para él no hay acepción de personas.

Hay un orden divino aquí—maridos y esposas, luego padres e hijos y ahora amos y siervos. Cuando el hogar es lo que debiera ser, el lugar de trabajo fácilmente será el próximo; pero cuando las cosas no están bien en el hogar, es difícil que estén bien en cualquier otra parte.
Pablo aquí no se dirige a la maldad de la esclavitud. En el imperio romano muchos, muchos hombres y mujeres eran esclavos. La esclavitud era la norma del día. Todos lo entendían aunque ciertamente también todos sabían que la esclavitud era una institución esencialmente mala. Gracias a Dios que ha sido mayormente abolida hoy día. Sin embargo, a través de los siglos encontramos personas buenas en malas situaciones. Estos versículos nos dicen cómo manejarlas cuando lo estemos.
El siervo debía obedecer a su amo y debía hacer su trabajo lo mejor que pudiera. El siervo debía servir con temor y temblor. No debía temerle a su amo, sino a su propio corazón y al deseo que estaría ahí de rebelarse y tal vez de robarle y engañar a su amo. Tal acción no ayudaría al siervo a testificarle a su amo.
El siervo debía servir con sinceridad, no solamente hacer lo que se viera bien, servicio de vista; sino que debía hacer su trabajo lo mejor posible. La razón es clara y reveladora.
Un esclavo realmente no estaba trabajando para su amo; estaba trabajando para el Señor. Piense en esto la próxima vez que tenga que llevar a cabo alguna tarea pesada o involucrarse en algún trabajo aburrido o rutinario. Usted no está trabajando para el patrón, ni siquiera para usted mismo, está trabajando para el Señor. Jesús está viendo lo que usted está haciendo y Él le recompensará por su labor más allá de cualquier otra recompensa posible que podría recibir en la tierra.
Estar vinculado o libre no hace ninguna diferencia cuando se llega a la recompensa que Jesús dará. Así que trabaje para el Señor y usted obtendrá una recompensa eterna que va más allá del servicio que usted da.
Los amos debían tratar a los siervos de la misma manera. Tenían que ser sinceros en sus tratos con ellos y honestos en sus relaciones. Literalmente, de esto se trata sacarle provecho a una mala situación. Puede que el amo y el siervo adoren en una iglesia en domingo y tengan que regresar a su trabajo al día siguiente. Se les enseñaba a respetarse entre ellos y a trabajar juntos en el amor cristiano.
Todo amo debía recordar que él también tenía un amo. Jesús está en control de todo en esta tierra, y haremos bien en tener eso en mente conforme tomamos nuestras decisiones. Si tratamos mal a otros, podremos esperar que nuestro Padre Celestial nos reprenda. Jesús no hace distinción de personas. A él no le importa quién sea usted o cuánto dinero produzca o cuan inteligente sea o cuanto haya subido la escala corporativa. Jesús está tan interesado por el conserje que barre el piso como por el gerente que maneja la compañía.

III. Hermanos y el Señor
Efesios 6:10-13

10. Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza.
11. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.
12. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.
13. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.

Pablo se refirió a la relación que tenemos todos con Dios. Él presentó una perspectiva de la vida como una lucha, una batalla donde el Señor provee el equipo y el ánimo para ganar la victoria.
Nosotros tenemos un enemigo. El enemigo no es nuestra esposa o nuestro marido ni nuestros padres ni nuestros hijos ni tampoco nuestros patrones ni empleados. Nuestro enemigo es el diablo. Él es astuto y listo, y nosotros necesitamos la ayuda de Dios para resistirlo. La única manera en que podemos hacer esto es vistiéndonos con la armadura de Dios. El orden aquí es muy importante. No podemos esperar ganar la batalla si nos apuramos caprichosamente hacia el conflicto sin preparación ni protección alguna.
Primero, observe que nosotros no peleamos contra sangre ni carne. Esto es difícil de comprender, pero ningún ser humano es su enemigo en esta guerra. Si luchamos con la sangre y la carne, entonces no podemos esperar ganar una victoria cuando prevalezcamos ante los demás. Nuestro enemigo es el poder espiritual que gobierna este mundo.
Detrás de las escenas de este mundo hay una fuerza malévola que está silenciosa y poderosamente buscando la destrucción de toda vida humana. Este no es un cuento de hadas ni es producto de la imaginación. Jesús declaró esto claramente en Juan
8:44. Satanás es un mentiroso y un asesino. Él lo engañará a usted y lo matará. Él está a cargo de la mayoría de los lugares altos de la tierra y todo cristiano debe tener conocimiento de esto. Nuestro reto no es ganar, porque la victoria le pertenece a Jesús. Nuestro reto es estar firmes y derrotar el ataque personal de Satanás.
Esto lo hacemos tomando la armadura de Dios. Armadura es una metáfora para la protección que un soldado emplearía para una batalla. Ningún soldado romano iría a una batalla sin su armadura ni su arma. Esto es auto-evidente, pero muchos hijos de Dios entran desnudos, descalzos y desarmados a una lucha mortal. Con razón muchos caen a la orilla del camino.

UNA PALABRA FINAL

Algo está mal y el diablo ha hecho su trabajo cuando nosotros nos consideramos enemigos entre nosotros. La esposa y el marido que piensan que son enemigos entre sí, nunca tendrán un hogar feliz. Tampoco los hijos y los padres, y lo mismo sucede con los siervos y los amos. Pero cuando entendemos primero quien es el enemigo, podremos comenzar a entender la naturaleza de la lucha. Debería ser obvio que nunca podemos ganar porque ni siquiera podemos identificar al enemigo.
La clave para todas estas relaciones apropiadas es someternos los unos a los otros en el temor del Señor. Cuando lo hagamos, habremos vencido nuestros deseos carnales y habremos vencido el engaño del diablo.
La conducta nunca cambia nuestro ser, pero cuando nuestro ser es cambiado, se evidenciará en nuestro comportamiento. Un cambio interno tendrá una manifestación externa. En la medida que usted estudia estos versículos, recuerde que estas son instrucciones para los creyentes. Un hombre o una mujer incrédula encontraría imposible implementar estas cosas en su vida. Esta es una de las razones por la cual estos versículos a menudo son malinterpretados.
Un hijo de Dios debe entender la fuente de su recompensa final. Nuestras recompensas no vendrán de los demás; vendrán de Jesús. Saber esto hará que estudiemos sus palabras, las reverenciemos y las apliquemos a nuestras vidas. Puede que otros no entiendan lo que estamos haciendo o porqué lo estamos haciendo, pero Jesús verá lo que hacemos y nos recompensará por eso.
Nuestra fe está bajo un ataque constante y el ataque es para hacer que nosotros cedamos y nos dejemos llevar por la corriente. Pero Dios nos da la gracia para estar firmes en nuestra fe y para soportar cualquier ataque que pueda presentársenos. Él que está en usted es mayor que aquel que está en el mundo (1 Jn. 4:4).

PARA DISCUSION

1. ¿De qué manera puede aplicarse la enseñanza sobre los siervos y los amos a su lugar de trabajo?
2. ¿Cómo describiría usted el “servicio de vista”? ¿Se ha comportado así alguna vez?
3. ¿Cuál es la fuente de nuestra recompensa final? ¿Cómo debería esto cambiar nuestra actitud sobre el trabajo?
4. ¿Cuál es la fuente de los muchos ataques sobre nuestra fe? ¿Cómo podemos resistirlos?


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