Versículo clave: “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.”
Efesios 4:30
Tenemos que aprender que la salvación verdadera siempre dará como resultado un cambio en nuestro comportamiento, el cual brota de un cambio en nuestros corazones.
UN VISTAZO PRELIMINAR
Esta cita es una aplicación del principio que aprendimos en Efesios 4:15. Si hablamos la verdad en amor, evitaremos los pecados mencionados en el texto de hoy, y positivamente seguiremos el ejemplo que Jesús nos dio.
Raras veces vemos el pecado como Dios lo ve. De hecho, en el mundo usted raramente incluso oirá el término mencionado. No se menciona muy a menudo ni siquiera en las iglesias, pero el pecado es real y le cobra una cuota muy alta a la humanidad. El pecado llena los hospitales, llena los campos de batalla con cuerpos muertos, llena los cementerios y quebranta los corazones todos los días; no obstante, Satanás es un engañador tal, que a menudo pasa desapercibido.
Aun cuando nos percatamos del pecado, nosotros lo blanqueamos de tal forma que no se vea tan mal como realmente es.
Se lo atribuimos a la naturaleza humana, o nos excusamos porque todos lo están haciendo. Obviamente, jamás podremos resolver un problema hasta que lo identifiquemos. Este mundo es extremadamente ingenioso para tratar los síntomas, pero nosotros nunca vemos más allá para ver la causa verdadera del problema.
Pero Dios ve la vida como realmente es, y Él nos ha dicho en su Palabra que nosotros tenemos que tratar honesta y efectivamente con nuestro propio pecado. Esto se hace en dos pasos sencillos. Primero, debemos despojarnos del viejo hombre, y luego podremos vestirnos del nuevo hombre.
Por favor observe que esto no es posible sin el poder del Espíritu Santo empleado en el corazón de un hijo de Dios. Estas cosas jamás podrán lograrse con nuestra propia fuerza ni solamente por determinación humana.
UNA MIRADA MÁS CERCANA
I. Pecados que dañan nuestra relación entre nosotros
Efesios 4:25-29
25. Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con
su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros. 26.Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo,
27. ni deis lugar al diablo.
28. El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad.
29. Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.
El primer paso es despojarnos de las actitudes y las acciones que son incorrectas. Nunca podremos vestirnos con lo nuevo hasta que nos quitemos lo viejo. Imagínese a un hombre recién bañado, con su ropa sucia puesta y luego poniéndose ropa limpia. La imagen sería ridícula y así es el hombre que trata de vestirse con justicia sin primero arrepentirse. Nosotros debemos descartar las antiguas actitudes sucias de la vida antes de ponernos las cosas nuevas que hay en Jesús.
Estos versículos tratan prácticamente con el centro del comportamiento humano. Básico para nuestra naturaleza caída es el deseo de tergiversar la verdad y mejorar nuestras circunstancias mintiendo. Puede que haya muchas cosas que usted no sepa cómo hacer, pero probablemente sabe cómo mentir y cómo hacerlo de manera efectiva. Simplemente se nos dice que dejemos de mentir, o que lo saquemos de nuestro catálogo de comportamiento posible. Nosotros no debemos decir la verdad con una mentira en reserva, lista para ser dicha si hace falta. Más bien, debemos sencillamente decir la verdad, sin importar cuál sea la circunstancia. Nosotros dividimos las mentiras en categorías de blancas, grises y negras; pero la Biblia jamás hace esto (1 Jn. 2:21). Ninguna mentira proviene jamás de la verdad. Así que simplemente debemos dejar de mentir a cualquier nivel, sin importar cuál sea la circunstancia.
Luego está el paso positivo de hablar la verdad; pero usted no puede decir la verdad y decir mentiras a la vez. Es una o la otra. La razón por la cual debemos decir la verdad es sencilla. Estamos permanentemente unidos entre nosotros. Estamos vinculados con nuestros hermanos y hermanas en Cristo por toda la eternidad. Al final, se dirá la verdad, y es eternamente ventajoso para nosotros decirla ahora para que ningún secreto dañino sea revelado más adelante.
Después de la mentira, la parte más fundamental de nuestra humanidad es nuestra capacidad para enojarnos. Dios no nos dice que no nos enojemos porque el enojo en sí mismo no es pecado. Dios se enoja. El Antiguo Testamento tiene muchas referencias de este hecho. Claro, Dios no peca. Aunque nosotros no seamos Dios, todavía podemos enojarnos sin pecar. La forma para hacer esto es limitar el tiempo que duramos enojados. Evitar el pecado, cuando estamos enojados, incluye que jamás debemos dejar que nuestro enojo dure más allá que la puesta del sol. Esto no sugiere que podemos levantarnos temprano y disfrutar nuestro enojo todo el día. Quiere decir que debemos tratar con las causas de nuestro enojo tan pronto cuanto sea posible. No tenemos que esperar hasta que se ponga el sol para aclarar los asuntos, pero nunca debemos dejar que nuestro enojo siga hasta el día siguiente.
Cuando lo hacemos, le estamos dando al diablo la oportunidad de trabajar en nuestras vidas. Cuando estamos enojados por periodos prolongados, no estamos sirviendo al Señor. Fácilmente seremos guiados a la trampa de Satanás.
La siguiente área de comportamiento tiene que ver con el robo. Esta es otra parte principal de la naturaleza humana. Los hombres roban los unos de los otros, pero al hijo de Dios sencillamente se le dice que deje de hacerlo. Dios nos da el poder de cambiar nuestro comportamiento y al ladrón se le dice que deje de robar. Esto se refiere tanto al llevarse suministros de la oficina a casa tanto como robar un banco. Robar es robar no importa el alcance del crimen o el valor de lo robado.
Cuando dejamos de robar, debemos ponernos las virtudes positivas del trabajo y la caridad. Debemos trabajar para que tengamos lo suficiente para suplir nuestras propias necesidades y luego poder compartir con otros hermanos menos afortunados.
También está el tema del lenguaje corrupto o sucio. Todos sabemos lo que es y todos tenemos la opción en las palabras que usamos. Cuando oímos un lenguaje sucio saliendo de alguien que dice ser cristiano, nos hace preguntarnos qué hay realmente en el corazón de esa persona. Maldecir puede que sea popular e incluso aceptado, pero no es correcto. Nosotros podemos usar el maravilloso don del lenguaje para alabar a Dios y no debemos usarlo para maldecir las cosas que Dios ha hecho.
II. Pecados que perjudican nuestra relación con Dios
Efesios 4:30-32
30. Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.
31. Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.
32. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.
Así como debemos prestarle atención a nuestra relación los unos con los otros, así también debemos prestarle atención a nuestra relación con Dios. Lo primero que debemos hacer es cuidarnos de no entristecer al Espíritu Santo. ¿Cómo entristecemos al Espíritu Santo? Conforme seguimos leyendo encontramos que son la amargura, la ira y el enojo los que le entristecen.
El Espíritu Santo está permanentemente vinculado al corazón de todo creyente. Nosotros somos sellados para el día de redención y ni nosotros ni el Espíritu Santo puede romper ese sello. Así como a usted ni a mí nos gusta vivir en amargura, una atmósfera de problemas, tampoco al Espíritu Santo. Debido a que el Espíritu Santo es portador del poder de Dios en el cielo nosotros haríamos bien en acomodarlo en todas las formas que podamos. Esto no es difícil porque si realmente pensamos al respecto las cosas que el Espíritu Santo quiere para nosotros son cosas que realmente queremos para nosotros mismos.
Se nos dice que nos quitemos de toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia y toda malicia. Piense un momento en estas cosas. Cuando usted va al trabajo o a la universidad o llega a la casa por la noche o va a la iglesia el domingo, ¿le gustaría encontrar ese tipo de atmósfera ahí? ¿Le gustaría estar en un lugar lleno de personas amargadas? ¿Le gustaría estar rodeado de personas enojadas gritando para salirse con la suya sin que nada les importe? ¿Le gustaría oír malas palabras continuamente dichas con malicia y dirigidas a todos los presentes? Suena desagradable, ¿verdad? Nadie quiere estar en una situación como esa, y sin embargo, muchas producen tal situación porque estas cosas están presentes en sus corazones.
Si usted no quiere estar cerca de un quejumbroso, entonces no sea uno de ellos. Doquiera usted vaya, ahí está. Nosotros no tenemos la opción en nuestras circunstancias, pero siempre tenemos una opción en nuestra actitud. Podemos estar amargados y enojados, o podemos ser dulces. Esta es una decisión que tomamos todos los días y a menudo a cada hora. Conforme nos enfrentamos a las pruebas de la vida podemos permitir que el espíritu dulce de Jesús nos influencie. Este es un consejo que cambiará su vida.
También hay algo positivo a esto negativo. Debemos ser benignos entre nosotros. Debemos ser misericordiosos y sentir genuinamente los problemas que otros están llevando. Debemos perdonar como Dios nos perdona.
Una vez Pedro le preguntó a Jesús cuan a menudo el perdón debía ser ofrecido. Pedro pensó que siete veces sería suficiente. Nos llega a nuestra mente la duda de si alguien ya había ofendido a Pedro seis veces. Pero Jesús dijo que debemos perdonarnos “setenta veces siete” (Mt. 18:21, 22). Esto no era para establecer un límite alto en el perdón; más bien era para enseñarnos que jamás debemos limitar nuestra disposición para perdonar. Nosotros debemos estar tan dispuestos a perdonar a otros así como Dios está dispuesto a perdonarnos.
Otra severa advertencia se da en Mateo 6:12. Tenemos que orar para que Dios nos perdone en la medida en que estemos dispuestos a perdonar a otros. Si usted no está dispuesto a perdonar a otros, usted no puede esperar que Dios lo perdone. Eso pone un enfoque distinto al ser perdonador. Una falta de benignidad, misericordia y perdón no sólo nos separará entre nosotros, sino que también interferirá en nuestra relación con Dios.
III. Viviendo una vida justa
Efesios 5:1, 2
1. Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados.
2. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante.
Cuando caminamos damos dos pasos y lo repetimos indefinidamente. Entonces vamos hacia algún lado. Como cristianos debemos seguir a Dios. Así como los hijos siguen a sus padres, nosotros debemos seguir a nuestro Padre en el cielo. La palabra traducida imitadores puede también significar “seguir, remedar”. Literalmente debemos hacer lo mejor para imitar el comportamiento de Jesús en nuestras vidas. Por eso es que podemos vivir de la misma manera. En cualquier situación jamás nos irá mal si sencillamente hacemos lo que hizo Jesús.
Cuando seguimos al Señor, debemos andar en amor. Esto se relaciona con las cosas que hemos visto arriba. Debemos decir la verdad en amor. Debemos evitar un comportamiento que amen-ace nuestras relaciones, y debemos ser guiados por el principio del amor en todo lo que hagamos. Pablo dio tres razones porqué esto es así.
La primera razón es porque somos hijos de Dios. Tenemos su naturaleza. Dios es amor y el amor no es un concepto extraño para los que verdaderamente confían en Jesús. Si no hay amor en su corazón, entonces tiene razón para dudar de su salvación (1 Jn. 3:14).
La segunda razón es porque Dios le ama. Jesús fue motivado por amor y de igual forma, Dios. Dios amó al mundo y envió a su Hijo al mundo. Uno de los motivos más grandes para amar a otros es saber simplemente que usted es amado. Todo hijo de Dios debe constantemente apropiarse de ese pensamiento. Dios lo ama. Puede que otros no y puede que usted ni siquiera se ame a sí mismo, pero Dios le ama sin importar lo que usted haga ni quién sea.
La tercera razón es porque usted ha sido comprado por un gran precio. Dios dio a su Hijo por usted. Nunca tome eso a la ligera. Hizo falta la sangre del Hijo de Dios, que no tenía pecado, para redimir su alma. Jesús dio su vida voluntariamente porusted. Él pagó el precio para que usted pudiera ser libre. Saber eso cambiará su actitud. Porque Dios lo amó, usted puede amar a otros.
UNA PALABRA FINAL
Estas son verdades que cambian vidas. Ellas cambiarán su actitud y luego cambiarán su comportamiento. Pero primero usted debe comprender que tiene una opción. Usted no es ninguna clase de piñón en una llanta cósmica moviéndose sin la capacidad de cambiar. Usted es hecho a imagen de Dios mismo. Si usted ha confiado en Jesús como su Salvador, tiene al Espíritu Santo viviendo en su corazón. Usted no tiene que aceptar una vida derrotada ni una actitud amargada.
Usted puede tomar la decisión de dejar de mentir. Usted puede tomar la decisión de controlar su enojo. Usted puede tomar la decisión de ser honesto y recto en todo lo que haga.
Usted puede tomar la decisión de tener un espíritu dulce y evitar la amargura, la ira, el enojo, la gritería y las cosas terribles que traen tales actitudes.
Pero usted no puede hacer eso solo. Esto no se trata de una auto-determinación, o de jalar sus propias cuerdas y hacer que usted responda. Esto se trata de permitir que el Espíritu Santo de Dios trabaje en su vida. Se trata de aprender la verdad y permitir que esa verdad tenga su paso en su corazón.
PARA DISCUSION
1. ¿Hay tales cosas como mentiras inofensivas o “pequeñas mentiras blancas”? ¿Por qué o por qué no?
2. ¿Cómo maneja usted situaciones que le enojan?
3. ¿Qué sucederá si entristecemos al Espíritu Santo?
4. ¿Cómo debemos amarnos los unos a los otros? ¿Cómo cambiará esto nuestro comportamiento?