Texto: Efesios 4:1-12
Versículo clave: “Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados.” Efesios 4:1
Todos tenemos un talento especial que puede ser usado en el servicio a Dios y debemos comenzar a desarrollar y a usar ese talento.
UN VISTAZO PRELIMINAR
Dios y nosotros vemos las cosas de manera distinta. Nuestro punto de vista es que si obedecemos a Dios entonces Él nos bendecirá. El punto de vista de Dios es que Él ya nos ha bendecido, por lo que debemos obedecerle por amor, no por obligación. La epístola a los Efesios es un hermoso balance de conocimiento espiritual y labor práctica. Los primeros capítulos tratan con lo que deberíamos saber sobre nuestra relación con Jesús. Los últimos capítulos tratan con nuestras labores prácticas diarias como creyentes en Jesús.
Podemos errar si ponemos demasiado énfasis en cualquier sección. Mientras que el cristianismo involucra una vida de aprendizaje continuo, el conocimiento espiritual nunca es teórico. Dios espera que pongamos en práctica lo que sabemos en las vidas que vivimos aquí en la tierra. En Hechos 1, Lucas nos dio una perspectiva de la vida de Jesús describiendo a Jesús como un Hacedor de la verdad así como un maestro de la verdad.
En Lucas 16:9-12 Jesús nos amonestó fuertemente para que nos cuidemos de ser fieles en lo que podríamos llamar la vida cotidiana. Él enseñó que debemos tener cuidado con el dinero que se nos ha confiado aunque sepamos que nuestras vidas son temporales y que la vida de un hombre no consiste en la riqueza que posea. Dios espera que cada uno de sus hijos aplique los principios de la Biblia todos los días de su vida.
Uno de los tristes defectos en las vidas de algunos creyentes es la división de la verdad bíblica en compartimentos. Muchos quieren poner a Jesús y a su iglesia en una caja y sólo llevarlo el domingo. El lunes tratan de volver a su vida verdadera. Este es un punto de vista totalmente errado de la vida, y jamás llevará a la satisfacción espiritual.
Pablo les recomendó a los hermanos de Éfeso que permitieran que Jesús fuera una parte de todo en sus vidas y que el centro principal de la vivencia fuera el servicio a Jesucristo. Asimismo nos lo recomienda a nosotros. Cuando lo hagamos, no sólo estaremos sirviendo a Dios, sino que encontraremos la verdadera realización de nuestro tiempo en la tierra y de la recompensa en la eternidad.
UNA MIRADA MAS CERCANA
I. Una actitud correcta para el servicio
Efesios 4:1-6
1. Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados,
2. con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor,
3. solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz;
4. un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación;
5. un Señor, una fe, un bautismo,
6. un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos.
La actitud determina nuestras acciones y nuestra perspectiva determina el resultado de muchas situaciones. ¿Cómo se ve usted a sí mismo? Pablo se vio a sí mismo como un preso en el Señor. Observe de nuevo que no se consideró como prisionero de César ni de las circunstancias. Él fue un siervo de Jesús, por lo que todo lo que hizo fue parte del plan que Dios tenía para él. Ver las cosas de esta forma hará una gran diferencia en cómo enfrente usted las luchas de la vida cotidiana.
Usted no es una pieza más en el engranaje de un organismo movido en conjunto sin un plan o propósito. Usted es la creación, el trabajo de Dios, y usted tiene un propósito aquí en la tierra. Usted puede alcanzar ese propósito, sin importar qué más pueda sucederle o no. Pablo estaba en prisión, pero todavía podía servir al Señor. Una gran parte de eso estaba en su actitud hacia sus circunstancias.
Pablo era prisionero, pero todavía era un apóstol y un predicador del evangelio. Su tiempo en prisión no cambió su vocación. Dios tiene un plan para nosotros, y cuando nos sometamos a Él en fe, ese plan tendrá prioridad en nuestras vidas. Sin importar qué más suceda, podemos tomar nuestra parte llevando a cabo el plan de Dios.
La actitud correcta está expuesta en el versículo 2. Examínese a sí mismo en su corazón. La meta es soportarnos. Esta palabra literalmente significa “apoyarnos los unos a los otros”. No es meramente soportar o aguantar las rarezas de otro hermano. Significa encontrar la manera de soportarnos y apoyarnos o alentarnos los unos a los otros en todo lo que hacemos. Podemos lograr esto sólo cuando empleamos las virtudes espirituales de humildad, mansedumbre y paciencia. Estas tres cosas describenla vida y el ministerio de Jesús. Ésta era la manera en que Él vivía e igualmente es la manera en que nosotros debemos vivir.
Nuestro trabajo es esforzarnos por mantener la unidad del espíritu en el vínculo de la paz. La unidad y la paz son las marcas gemelas de aquellos que siguen al Señor. Así de seguro, la inquietud y la división son señales de que algo está mal en nuestros corazones. Jesús nos enseñó a orar que la voluntad de Dios fuera hecha en la tierra como en el cielo. En el cielo no hay división ni confusión. Nadie está enojado con otro, ni nadie cuestiona jamás la voluntad de Dios. Lea Apocalipsis capítulo 4 para que vea un preámbulo de cómo será el cielo.
Pablo ahora enumeró siete áreas donde hay unidad absoluta. Estas son un cuerpo, un espíritu, una esperanza, una fe, un bautismo y un Dios. Los hombres pueden separar y dividir esto, pero Dios no. Nosotros debemos poder ver que si estamos unidos en nuestro entendimiento de estos conceptos espirituales, también estaremos unidos en nuestro servicio práctico para el Señor.
La unidad no gobierna nuestra diversidad. No somos intercambiables, pero podemos estar unidos. Esto es posible y es nuestra meta. Esto no se logra conforme cada uno de nosotros renunciamos a parte de nuestra singularidad, pero sucede si nos acercamos más y más a Jesús. Así como las copas o los rayos de la llanta se acercan más entre ellas cuando se acercan al cubo, así nosotros tenemos un compañerismo más dulce entre nosotros en la medida en que nos acercamos a Cristo.
II. La gracia dada para el servicio
Efesios 4:7-10
7. Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo.
8. Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, Y dio dones a los hombres.
9. Y eso de que subió, ¿qué es, sino que también había descendido primero a las partes más bajas de la tierra?
10. El que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo.
Siempre que Dios nos pide algo, Él nos da el poder que necesitamos para obedecer. El poder siempre viene de Dios y nunca viene del hombre. Considere los milagros que Jesús llevó a cabo. Él les pidió a hombres cojos que caminaran y a hombres ciegos que vieran. Él les dio el poder para obedecer su Palabra. De igual manera Dios nos da el poder que necesitamos para seguirle y servirle. Nosotros no servimos a Dios por una determinación interior; más bien lo servimos por el poder del Espíritu Santo transferido a nuestro corazón y a nuestras vidas.
Este poder es un regalo de gracia. No es algo que los hombres se den entre ellos; es algo que Dios le da a cada uno de nosotros cuando confiamos en Jesucristo como nuestro Salvador. Así como las cosas que se nos lleva a hacer para Jesús son diferentes, así el poder que tenemos disponible puede variar según la labor que debamos ejecutar. Como nuestro pan diario, nosotros siempre tenemos suficiente poder, pero jamás tenemos demasiado ni muy poco. Dios nos da la cantidad justa que necesitamos para seguir donde Él nos guía.
Este poder fue puesto de manifiesto en la resurrección de Jesús. Es razonable llamarle a esto poder de resurrección. Hay tres cosas maravillosas enseñadas en este pasaje acerca del poder de la resurrección.
Primero vemos que cuando Jesús fue resucitado, Él llevó cautiva la cautividad y les dio dones a los hombres. En la resurrección Jesús cumplió los anhelos y las profecías de toda la humanidad. Él hizo realidad las promesas del Antiguo Testamento. La resurrección cambió la profecía a historia. En el proceso Él les dio a los hombres dones. Esos dones involucran este poder de la resurrección. Literalmente, tenemos la misma clase de poder para servir al Señor que Dios usó para sacar a Jesús del sepulcro.
Haremos bien en considerar algunas verdades fundamentales sobre el poder de la resurrección. Sólo funciona en un cementerio. Este tipo de poder nunca es un accesorio para nuestra fuerza natural. Entra en juego cuando nada más puede ayudar. El poder de la resurrección no conoce límites ni fronteras. Una situación irremediable y sin esperanza como la muerte, inmediatamente se revierte por esta clase de poder. Este poder es de parte del Señor, jamás de parte de otros hombres. Se basa en nuestra relación con Dios solamente. Nosotros no podemos darla entre nosotros ni tampoco la podemos transferir entre nosotros.
También aprendemos que Jesús sólo podía salir de la tumba después que hubiera sido sepultado en la tierra. Él no podía ascender hasta y a menos que primero hubiera descendido. Esto nos muestra que nosotros sólo obtenemos el poder de la resurrección después que hayamos muerto. Pablo no estaba andando con rodeos cuando declaró: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gá. 2:20). Esto describe nuestro acceso al poder de la resurrección. Tenemos que crucificar la carne para que el espíritu pueda vivir. Esta es una nueva manera de ver la vida. Nuestra vida ya no es nuestra, le pertenece a Dios, y nosotros la vivimos por causa de su nombre. Cuando creemos esto, tenemos acceso al poder de Dios. Si no lo hacemos, entonces tendremos que andar en nuestra propia fuerza.
Nosotros también aprendemos que este poder dará como resultado el cumplimiento de la voluntad de Dios en nuestras vidas y en las de otros. Jesús ascendió muy arriba en los cielos para que pudiera literalmente cumplir todas las cosas. Como lo leemos en Colosenses 2:9: “Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”. El poder de Dios no está disponible para ayudarnos a hacer lo que queramos y hacer todo según nos plazca aquí en la tierra. A Dios le importa poco que usted y yo saquemos lo que queramos de la vida. Pero Dios tieneun gran interés en que hagamos su voluntad en la tierra. Él abrirá las ventanas de los cielos y empleará el poder del cielo para que podamos servirle.
La maravillosa lección aquí es que nosotros podemos. Podemos servir al Señor y podemos hacer cualquier cosa que nos guíe a hacer. Siempre tenemos el poder para hacer la voluntad de Dios.
III. La obra que debemos hacer
Efesios 4:11, 12
11.Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros,
12. a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo.
La obra que Dios tiene para nosotros es tan variada como lo somos nosotros. Algunos eran apóstoles y otros eran profetas. Estos dos oficios fueron cumplidos y abolidos cuando la Biblia fue completada. Pero todavía hay una necesidad de evangelistas, pastores y maestros. Estos oficios no son intercambiables. A cada uno de los hijos de Dios le es dado el liderazgo, la provisión y el suministro de Dios para la obra que a él o a ella se le pide hacer.
Pero cuando vemos eso, aunque la obra específica pueda ser diferente, las metas finales siguen siendo las mismas. Debemos trabajar hacia la perfección o el cumplimiento de aquellos que confían en Jesús como su Salvador. Ninguna alma debería ser dejada atrás. Siempre debemos esforzarnos para ver que todo hijo de Dios alcance su madurez espiritual. Debemos hacer la obra del ministerio. Este es el trabajo maravillo y diverso de difundir las buenas nuevas del evangelio a todos los hombres en todas partes (Ro. 10:10-13).
Debemos usar nuestros dones y nuestro poder para edificar el cuerpo de Cristo. La palabra edificar significa “el acto de construir”. Así como la construcción de una casa u otra estructura. Cuando la Palabra de Dios es predicada y enseñada las almas de los que oyen son fortalecidas y establecidas en el Señor. Esta es la meta final de nuestro servicio a Dios. Pero también nosotros sabemos que hay un orden para estas cosas. Las almas primero deben ser salvas y quienes son salvos debemos ser bautizados para fortalecerse en Cristo.
UNA PALABRA FINAL
Todo creyente debe darse cuenta que la salvación no es el final de nuestra experiencia cristiana. Somos salvos para algo más así como somos salvos de algo. Nosotros no trabajamos para poder ser salvos; trabajamos porque ya somos salvos. Tenemos que entender esta importante diferencia de perspectiva.
Nuestro crecimiento en gracia y conocimiento del Señor depende de nuestro compañerismo con otros creyentes. Por eso es que Dios nos ha dado a las iglesias. Una iglesia local es el mejor lugar para aprender de la Palabra de Dios y adquirir el poder espiritual que necesitamos para ejercitar los talentos que Dios nos da para usar en su servicio.
Lo que se describe aquí es una vida que cuenta. No es una vida en uniformidad; es una vida de unidad. Pablo usó la ilustración de un cuerpo humano al enseñarle esto a los corintios (1 Co. 12:12-25). Nuestros cuerpos se componen de muchas partes y ninguna de ellas es intercambiable. Cada una de ellas sirve una función útil y quizás vital. Dios nos ha hecho de tal manera que todas las partes van a funcionar no sólo por sí solas, sino como parte de un todo que es mayor.
Debemos vernos a nosotros mismos como partes importantes en el grandioso y maravilloso plan de Dios. Debemos permitirnos ser usados para alcanzar sus propósitos. Esto le dará un significado verdadero a cualquier vida.
PARA DISCUSION EN CLASE
1. ¿Cómo puede usted identificar el don que Dios le ha dado para usar en su servicio?
2. ¿Cuál es el propósito de todos los dones de Dios?
3. ¿Hay personas salvas que en lo absoluto no tengan algún talento? ¿Por qué o por qué no?
4. ¿Cuáles preguntas hará Jesús de nosotros cuando lo veamos cara a cara en el juicio?