Lectura: Salmo 5:1-8
Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto. . . .
–Mateo 6:6.
En una fábrica designaron un comité para que hiciese un recorrido y determinase la eficiencia de dicha fábrica. A estas personas se les mostraron los diferentes departamentos donde habían muchas máquinas considerablemente ruidosas. Luego los condujeron a un cuarto mucho más pequeño y silencioso que lo único que tenía era paneles de control.
Uno de ellos dijo: «Esto no es muy importante; aquí no pasa nada.»
El guía sonrió y le contestó: «Ay, señor, me temo que no comprende. Este es el cuarto más importante de todos. Desde aquí se distribuye la energía a toda la fábrica.»
En esa anécdota hay una lección que todos podemos aprender. En la vida cristiana, el lugar de la oración es el «cuarto de energía». Necesitamos un lugar tranquilo donde podamos estar a solas con Dios. En ese lugar, podemos hablarle y reverentemente permitirle que nos hable a medida que meditamos en su Palabra.
En Mateo 6:6, Jesús enseñó el valor de la comunión íntima con el cielo, la cual se puede lograr solamente en la sagrada soledad de la habitación donde oramos. Cristo no desaprobó la oración pública, pero sí nos advirtió contra el mal de buscar la atención exhibiendo nuestra piedad delante de los demás.
¿Cuánto tiempo hace que no cierras la puerta a las distracciones de la vida y derramas tu corazón delante del trono del Padre?
Ponerte de rodillas te mantiene
en buena posición delante de Dios.