Lectura: Salmo 119:129-144
Por eso estimé rectos todos tus mandamientos. . . .
–Salmo 119:128.
A un ministro ya anciano le preguntaron una vez cuál era su versículo favorito. Él contestó: «Me vienen a la mente una media docena. En días tempestuosos deseo una capa. En días fríos deseo el lado soleado de la pared. En días calurosos deseo un camino sombreado. Podría desear una lluvia de maná o un trago de agua fría. Puede que desee una espada. En realidad, es como si tratase de decidir cuál de mis dos ojos me gusta más. «Toda la Escritura . . . es útil. . .»» (2 Ti. 3:16).
Aunque algunas porciones de la Palabra de Dios tienen mayor belleza literaria que otras, todas son igualmente inspiradas. Es un error depender sólo de unos cuantos versículos y no familiarizarse con otros pasajes que pueden darnos una perspectiva nueva de la mente de Dios. Muchos creyentes se contentan con seguir citando las mismas porciones de las Escrituras que hace cinco o diez años. Aparentemente no han crecido en su comprensión y aprecio de la Palabra de Dios.
El Espíritu Santo no desperdició palabras cuando inspiró a los escritores de la Biblia. Su intención era que valorásemos toda la Palabra de Dios. En principio podríamos estar de acuerdo, pero en la práctica, ¿estamos aplicando las verdades aprendidas de una lectura más amplia de la Palabra de Dios? ¿Podemos decir honestamente: «Amo toda tu Palabra»?
La Biblia es una mesa de banquete,
no una bandeja de refrigerios.
interesante tema