Las peleas más amargas a veces acontecen entre familiares. Puede ser por asuntos económicos, como la herencia, o puede ser por diferencias ideológicas, políticas o de religión. Es triste ver a una familia dividida por asuntos que no son tan importantes como los lazos familiares.
Hace varios años había un señor que se casó y tuvieron tres hijos. La señora murió y después de otros tres años se casó de nuevo. Compró dos lotes más en el cementerio, y dijo que al morirse quería ser enterrado entre las dos esposas. Tuvieron diez hijos en el segundo matrimonio. Murió a los setenta y cinco años. Pero su viuda no quiso enterrarlo en el lote que él había escogido. Los hijos de la primera esposa insistieron, pero la viuda y los hijos de ella se opusieron. Se dividió la familia, y al fin compraron otros lotes en el cementerio para enterrar al señor, con un puesto a su lado para la segunda esposa. Durante años había rencor entre los hermanos, pero con el tiempo se iba menguando. Al morirse la segunda esposa, ya los hijos eran más unidos, y decidieron desenterrar al padre, enterrarlo en el lugar que él había indicado, y con la segunda esposa al otro lado. Todos los hijos quedaron contentos.
Si tenemos conflictos con los hermanos o con los suegros, vale la pena ir, conversar y tomar las medidas necesarias para buscar la reconciliación inmediata.