Lectura: Mateo 11:20-24
. . . el testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo.
–Salmo 19:7.
Piedras. Eso es todo lo que queda de la ciudad de Corazín. Sólo escombros de unos cuantos edificios hechos de roca volcánica. Y sin embargo, Corazín fue una vez una ciudad floreciente junto al mar de Galilea.
No muy lejos de Corazín hay otra pila de piedras: la antigua ciudad de Capernaum.
Lo mismo le sucedió a Betsaida. Una vez era una bulliciosa ciudad donde los niños jugaban, los hombres comerciaban, y las madres se ocupaban de sus hogares. Piedras. Nada más que piedras.
Cuando Jesús caminaba por las calles de esas ciudades sabía lo que iba a suceder. En Mateo 11:21-23 se registra lo que dijo: «¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! . . . Y tú Capernaum, que eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades serás abatida. . . .»
En esas ciudades, Jesús se mostró claramente como el Hijo de Dios, Aquel que era todopoderoso y podía hacer milagros. Pero la gente rehusaba escuchar su mensaje. Como resultado de ello, Dios maldijo a Corazín, a Capernaum y a Betsaida y las redujo a un montón de piedras, monumentos a la incredulidad.
La lección de hoy es clara. Cuando Jesús habla debemos tomar sus palabras a pecho. En realidad, toda la Escritura ha de tomarse en serio. Ignorar la Palabra de Dios es señal de incredulidad. Si lo hacemos arruinaremos nuestras vidas. Pero hacer caso de sus vivificantes instrucciones nos traerá recompensas y bendiciones.
Ignorar la Biblia es invitar un desastre.
NPD/--JDB