Lectura: Romanos 3:19-28
Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios.
–Efesios 2:8.
Supongamos que un incrédulo asesina a otro incrédulo. La víctima va al infierno (Ro. 6:23; Ap. 20:11-15). Si el asesino más tarde recibe a Cristo como Salvador, iría al cielo. ¿Es eso justo?
Desde el punto de vista estrictamente humano respondemos que no, que no lo es. Pero los caminos de Dios son mucho más altos que nuestros caminos (Is. 55:9); Dios no nos trata conforme a nuestros pecados (Sal. 103:10).
Si Dios fuese a aplicar justicia sin misericordia ni gracia estaríamos perdidos. En su misericordia no nos da lo que merecemos, y por su gracia nos da lo que no merecemos. A pesar de que Dios exige perfección, no nos deja sin esperanza.
Dios ha diseñado un plan de redención en el cual Él puede ser «justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús» (Ro. 3:26). Su norma perfecta se satisface con el sacrificio perfecto: su propio Hijo Jesucristo. ¿El resultado? «Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús. . .» (Ro. 8:1).
Nadie puede acusar a Dios justamente de ser injusto. Su regalo de salvación está disponible para todos. Si no recibimos su regalo de misericordia, de seguro tendremos que recibir juicio. La gracia de Dios lo hace justo.
Gracia: Es recibir lo que no merecemos.
Misericordia: Es no recibir lo que sí merecemos.
NPD/--RWD