Lectura: Lucas 6:27-36
. . . orad por los que os ultrajan y os persiguen.
–Mateo 5:44.
¿Qué pasa por la mente de las personas cuyas vidas quedan desgarradas por una tragedia como el asesinato? ¿Qué los mantiene en pie cuando a un ser querido lo han matado a tiros?
Para Mae Allen, la respuesta es la oración. Jimmy, su esposo, un joyero de una pequeña ciudad, tenía una clientela fiel y fama de dar a sus clientes un trato muy justo. Lo mataron de un disparo en su propia joyería hace quince años, y el asesino aún permanece impune.
Aquella fría tarde de invierno, los nietos del joyero fueron privados permanentemente de su amoroso abuelo. Sus treinta y ocho años de matrimonio con Mae Allen fueron interrumpidos. Y su hija, madre de dos de sus nietos, tuvo que depender de las palabras consoladoras de su mamá para poder enfrentar el futuro sin amargura.
Mae Allen le dijo a su hija: «Antes de ir a dormir esta noche, ora por el hombre que le disparó a tu padre. El que haya hecho eso indica que no conoce a Cristo.» ¿Orar por un asesino? Esa no es la respuesta natural a una tragedia así, pero era la mejor manera de dejar que comenzase la sanidad.
Siempre que alguien nos haga daño, tratemos de encontrar la respuesta piadosa. Orar por esa persona es tal vez la mejor medicina para un corazón herido.
Para poder ver más allá de las sombras,
busca a Cristo, la Luz.
NPD/--JDB