Lectura: Salmo 146
No confiéis en los príncipes, ni en hijo de hombre, porque no hay en él salvación.
–Salmo 146:3.
Si depositamos nuestra confianza en una persona para nuestro bienestar, quienquiera que sea, estamos depositando nuestra confianza en el lugar errado. A la larga, nuestra fe debe estar en Dios. Transferir esa confianza a un cónyuge, un pastor o un hijo es ponerla en un lugar donde nos van a decepcionar.
En su libro The Business of Heaven, C. S. Lewis escribió: «Al principio es natural que un bebé tome la leche de su madre sin conocer a su madre. Es igualmente natural para nosotros ver al hombre que nos ayuda sin ver a Cristo detrás de ese hombre. Pero no debemos quedarnos bebés. Hemos de avanzar y reconocer al verdadero Dador. No hacerlo es una locura. Porque si no lo hacemos, estaremos confiando en seres humanos. Y eso nos va a decepcionar. El mejor de los seres humanos cometerá errores; todos van a morir. Debemos dar gracias por toda la gente que nos ayuda. Debemos honrarlos y amarlos. Pero nunca, nunca poner toda nuestra fe en ningún ser humano.»
El autor del Salmo 146 dijo que no confiásemos en hombres mortales, ni siquiera en príncipes (v. 3). Mas bien escribió: «Bienaventurado aquel cuyo ayudador es el Dios de Jacob, cuya esperanza está en Jehová su Dios» (v. 5).
Podemos confiar en Dios porque siempre provee lo que promete. Él es el Dador máximo.
Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta. . . .
–Filipenses 4:19
NPD/--DCE