Lectura: Lucas 2:1-12
. . . y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. –Mateo 1:21.
Hace 2.000 años, no había planes terrenales para celebrar el nacimiento de Cristo. Calladamente y sin anunciarse, José y María entraron a Belén y buscaron un lugar donde pasar la noche.
Era una época muy agitada en la villa de Judea, pero la excitación no tenía nada que ver con el nacimiento que se avecinaba. Las multitudes se habían reunido para participar en un censo. No sabían que María estaba a punto de dar a luz al Salvador.
A medida que nos acercamos al año 2000, la historia ha cambiado. Se suscitan serios debates respecto a cómo puede prepararse Belén para los estimados 4 millones de turistas que se reunirán en la ciudad israelí durante la Navidad del año 2000. Uno de los estimados calcula el precio en unos 3,500 millones de dólares para prepararse para el gran día.
¡Qué contraste con aquella primera Navidad! Es casi como si la gente quisiera compensar por haberse perdido el nacimiento de Cristo. Sin embargo, la preparación adecuada no tiene nada que ver con dinero, moteles ni templos. Es asunto del corazón. Si queremos honrar a Cristo por ser quien es debemos poner toda nuestra fe en su muerte, sepultura y resurrección.
Puedes hacer todos los planes que quieras, pero la mejor manera de celebrar el nacimiento del bebé es confiando en Él como Salvador.
NO PUEDES CELEBRAR VERDADERAMENTE
EL NACIMIENTO DE CRISTO
SI NO LO INVITAS A TU CORAZÓN.
NPD/--JDB