Lectura: Mateo 1:18-25; Juan 1:11-18
Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros y vimos su gloria…. –Juan 1:14.
Después de la misión del Apolo XV, el coronel James Irwin contó algunos de los puntos cumbres de su experiencia. Habló de cuerpos ingrávidos que flotan libremente en la cápsula espacial, el creciente semicírculo de la tierra como se ve desde la luna, y el descenso triunfal ante un mundo que observaba.
Irwin también habló del impacto que tuvo esa experiencia en su vida espiritual. Dijo que desde la superficie lunar percibió tanto la gloria de Dios como la difícil situación del hombre terrenal. Cuando volvió a la tierra se dio cuenta de que no podía conformarse con ser simplemente una celebridad. Tendría que ser un siervo y hablarle a su prójimo de una mejor manera de vivir. Irwin concluyó diciendo que si creemos que ir a la luna es un gran acontecimiento, ¡cuánto mayor es la maravilla de que Dios vino a la tierra en la persona de Jesucristo!
Debido a que el hombre caminó sobre la luna, la ciencia y la tecnología han avanzado tremendamente. Pero debido a que Dios caminó sobre la tierra, conocemos nuestro origen y destino. Podemos conocer a nuestro Creador personalmente (Jn. 1:1, 14, 18), y vivir en su luz (v. 9). Por medio de la vida inmaculada de Cristo y de su muerte sacrificatoria, tenemos el gozo del perdón de nuestros pecados y una vida abundante. . . y todo porque Dios caminó sobre la tierra.
Dios habitó entre nosotros para que nosotros pudiésemos vivir con Él.
NPD/MRD II