Ante todo siervo de Dios se abren dos caminos, dos opciones, las mismas que tuvo Pablo ante sí en sus días.
Ambas están reseñadas en Filipenses capítulo 3.
Uno es el camino de las obras de la carne y el otro es el de la fe y del espíritu.
Pablo tuvo que desechar uno (versículos 4-8), para hallar el otro (versículos 3, 9-10).
Ambos caminos son excluyentes, no conciliables.
Quienes sirven a Dios confiando en la carne y tratando de hacerlo también en el espíritu tendrán una agonía que no los dejará nunca.