Lectura de la Biblia | Efesios 2:1-9
Imaginemos una vieja choza destartalada. Las ventanas están tapiadas con tablas y cubiertas de graffiti. Adentro, décadas de abandono han hecho que se deforme y se pudra el piso de madera. La pintura se ha despegado de las paredes como se despelleja la piel por la quemadura del sol, y hay un fuerte olor a hongo y moho.
Isaías 64:6 dice: “Todos nosotros somos como cosa impura, y todas nuestras obras justas son como trapo de inmundicia”. Pero piense en esto: a pesar del hecho de que estábamos sucios y llenos de pecado, Dios quiso interceder a nuestro favor y salvarnos de la bola de demolición que es Satanás.
El Señor pudo habernos dejado a nuestra suerte. Pudo haberse olvidado de nosotros, como a una choza abandonada. Pero el Dios del universo, quien es digno de ocupar la mansión más gloriosa que el hombre pudiera imaginar, decidió enviar a Su hijo para vivir en y a través de nosotros.
Por supuesto, cada día del año debiera ser un tiempo de Acción de Gracias para el cristiano. Pero en este día feriado señalado para dar gracias, ¿por qué no usar la oportunidad para reflexionar humildemente en las innumerables bendiciones de Dios –el perdón, la salvación y la vida misma? Deje que este día sea un tiempo en el que usted puede dedicarse a poner al Señor de primero en su vida.
El pecado nos separó de Dios, pero ahora “[Dios] [nos] ha reconciliado en su cuerpo físico por medio de la muerte, para presentaros santos, sin mancha e irreprensibles delante de él” (Col. 1:21, 22). Gracias a Cristo –no a nuestrasacciones– ya no somos una choza sucia y abandonada. Eso es algo por lo que debemos estar agradecidos.