Lectura de la Biblia: Mateo 9:36
En este pasaje el Señor nos revela la condición tan lamentable del ser humano. La Sagrada Escritura dice que Cristo «tuvo compasión de ellas (las multitudes); porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor».
En ese momento el Señor estaba entregado de lleno a su ministerio aquí en la tierra. Grandes multitudes lo seguían, muchos buscaban ser sanados por él y miles lo habían escuchado predicar.
Pero Jesús no solo estuvo en contacto con la gente y anduvo entre las multitudes, sino que también recibió el poder y la autoridad del Padre celestial para tocar el corazón y el alma de toda persona que se cruzaba en su paso.
Cuando Cristo miraba las multitudes lo hacía tomando en cuenta las necesidades de cada persona y cada corazón. Si él hubiera querido y si el tiempo se lo hubiera permitido, Cristo pudo haber sanado a todos espiritual y emocionalmente.
Pero el propósito de Dios incluía algo mucho mejor. Por medio de la vida y muerte de Cristo recibimos un regalo eterno: el privilegio de conocerle como nuestro amoroso Señor y Salvador. Podemos contar con toda la atención del Señor en todo momento. Démosle acción de gracias y alabanza por su amor, su paciencia y su misericordia para con nosotros.